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La pareja (Microrrelato)

Se despedían en la puerta de embarque. Mientras sus labios se fusionaban en un beso húmedo, apasionado y caliente, sus mentes recordaban la noche de ayer.

Prepararon la cena pero sabían que era la última antes de decirse adiós y la dejaron en la mesa sin tocar. Se abrazaban y rápidamente se quitaron la ropa para poder saborearse besándose por todo el cuerpo. Estaban calientes, deseando poder entregarse mutuamente.


Se miraban, solo con la mirada sabían lo que querían. Entendió el mensaje de sus ojos y se movió con velocidad hasta el sexo de su pareja. Lo lamia, lo saboreaba, jugaba sin parar hasta que los jugos sexuales aparecieron. Se retiró y con la mirada comprendió también el mensaje. Su pareja hizo lo propio y se recostó en la cama para recibir su parte. La lengua de su amor le proporcionaba siempre mucho placer pero esta vez el placer se elevaba al máximo al saber que se tenían que despedir al día siguiente. Gozaba, gritaba y se movía hasta que también llegó al orgasmo. Saboreó hasta la última gota .

Juntaron sus caras en la almohada observándose hasta dormirse por completo.

La azafata anunció el vuelo. Se separaron. Se dijeron el último adiós recordando su última noche.


Semáforo, luces, acción

9 de Febrero. Estaba lloviendo mucho. Decidí coger el coche y salir a dar una vuelta. Llevaba unos 20 minutos conduciendo cuando me dio por mirar y vi a una amiga que estaba por casualidad en mi ciudad, Barcelona.

- ¡Caroline!-. Le grité desde mi coche. Sorprendida se giró y con una sonrisa de oreja a oreja gritó mi nombre.
- ¡Alberto! 
- No te esperaba por aquí. Está lloviendo mucho Caroline, ¿quieres que te lleve? 

Ella sin decir nada, abrió la puerta de mi coche y entró dándome dos besazos un poco intensos, ya que hacia muchísimo tiempo que no nos veíamos.

Ella estaba radiante, nunca la habia visto asi de guapa y sensual, vestido negro hasta la altura de los muslos y tacones negros a juego.

La miré durante 10 segundos sin apartar la mirada mientras le decía que estaba más sensual y sexy que veces anteriores. Con una sonrisa ruborizada me dijo que tenía la sensación de que nos íbamos a encontrar. Al decirme eso me contagió su sonrisa ruborizada; sin pensarlo le di un abrazo al cual ella me lo correspondió diciéndome al oído que no llevaba ropa interior. Eso hizo despertar en mí mi libido y en cuestión de segundos comenzamos a besarnos. Nunca antes lo habíamos hecho pero parecía que estábamos acostumbrados a estar juntos.
Arranqué el coche sin ningún destino definido pero con la certeza que el viaje, fuera donde fuera, iba a ser muy excitante.

Las calles estaban completamente desiertas por lo que era una maravilla poder conducir por las grandes avenidas de la Ciudad Condal. En la radio sonaban los 40 principales. Nada en especial, pero le daba a la situación un ambiente especial. La lluvia, las calles vacías y Caroline a mi lado. Cada vez que nos parábamos en un semáforo la miraba embelesado y ella, sin ni siquiera inmutarse seguía mirando al frente pero jugueteando a la vez. Ponía la mano en mi pierna y por cada semáforo en el que nos deteníamos ella la subía un poquito más. Entre un semáforo y otro yo reducía la velocidad para que la luz roja hiciera su aparición y el destino de los dedos de ella fuera mi entrepierna.

- Uy mira, otra luz roja .- dije

Y su mano continuaba subiendo. Estaba a menos de dos centímetros de mi ingle y esa cercanía estaba haciendo que mi erección quisiera romper mi vaquero.

Nos paramos en otro semáforo y su mano alcanzó su destino. Con su dedo meñique, blanco, largo y estilizado, rozaba un testículo que se adivinaba por mi vaquero. Lo movía de adelante a atrás y yo no podía más.

- Caroline, ¿no vas a seguir un poco más hacia arriba?
- Tranquilo, no hay prisa. Tu déjame hacer a mí
- Ok, lo que usted mande señorita

La siguiente luz roja se iluminó y Caroline no seguía subiendo su mano por mi pierna. Nos detuvimos en varios semáforos pero ella seguía solo acariciándome y sin subir la mano. No sabía cuáles eran sus planes pero conociéndola seguro que eran buenos.

Continué conduciendo hasta que me di cuenta que cada vez que un semáforo se ponía en verde ella subía su mano poco a poco por su pierna deslizando el vestido hacia arriba. Me tenía a mil.
Deseando que llegara el próximo semáforo, ella me miraba con una sonrisa mordiéndose los labios mientras seguía acariciándome el pantalón. ¡Me iba a reventar! 

En el siguiente semáforo nos paramos. Había mucho morbo entre esos cuatro cristales. Sabiendo que cuando se pusiera en verde ella terminaría de subirse el vestido para dejar al descubierto su bellísimo sexo depilado.

No hacían falta palabras para comunicarnos, nos entendíamos bien corporal y visualmente.

- Caroline no aguanto más.- le dije.

Ella comenzó a bajarme la cremallera muy despacio, mi pene erecto estaba deseando salir a la luz.

- No dejes de mirarme.- me dijo ella

Eso cada vez me iba subiendo la temperatura, y a ella también.

- Mira otro semaforo...- le dije
- Quedémonos en este, no salgas, la calle está desierta.- me dijo ella

Paramos el coche y le puse el freno de mano.

Durante varios ciclos del semáforo estuvimos allí parados. Caroline acariciaba mi pene muy suavemente desde la base hasta el glande haciendo que la sensación de placer fuera enorme. Mientras tanto ella jugaba con sus dedos y sus labios.

- Arranca.- me dijo
- ¿Seguro?
- Sí, continua conduciendo

Giré la llave y puse el coche en marcha de nuevo.

Mientras conducía, ella me seguía acariciando solo con los dedos hasta que su mano se agarro a mi sexo como un pulpo agarra a su presa. Presionaba y movía su mano arriba y abajo, haciendo leves giros que me estaban llevando al éxtasis. La conducción se hacía complicada pero muy excitante. Ella mientras, seguía jugando consigo misma y podía escuchar lo húmeda que estaba. La escuchaba respirar, la veía de reojo morderse el labio de tanto placer que la situación y ella misma se estaba dando.

Arriba y abajo, rozaba con su pulgar el frenillo de mi pene. Me estaba muriendo de placer. Cada vez que tocaba mi glande daba acelerones causados por el placer y en uno de esos movimientos bruscos del coche, mientras Caroline seguía dándose placer, hizo que uno de sus dedos de deslizara dentro de su vagina. ¡¡Aaahhh!! gritó. A partir de ahí su ritmo en ella y en mi fueron mas rápidos.

Yo seguía a duras penas conduciendo. Apretaba las manos en el volante, respiraba, jadeaba, no podía más.

- Caroline, me voy a correr
- No, aun no, aguanta
- No puedo, eres demasiado, estoy muy cachondo.

Inmediatamente después de decir eso y sin darme tiempo a decir nada más, se quitó el cinturón rápidamente y se inclinó hacia mí. Se introdujo todo mi pene en su carnosa boca y me corrí en un grito de placer. Ella llegó segundos después, pude sentir la vibración de su boca provocada por los gemidos de su orgasmo. Mi pene hipersensible latía a cada vibración.

Jadeantes, exhaustos y sudorosos, nos miramos y nos reímos.

Ella me besó en la mejilla y me dijo:

- ¿Un café?
- Ok pero yo pago.

Bienvenida a LA NOCHE

El día empezó de lo más tranquilo. Teo en casa en su día libre y yo de camino a la oficina. Nos despedimos en la puerta de casa deseándonos buen día y esperando vernos de nuevo por la tarde.


Poco después de la hora de comer, Teo me dijo por skype:



- Hola cariño, ¿te vas esta tarde a tomar algo después de trabajar?

- Creo que sí, vamos a celebrar los buenos resultados.
- Ok, es que tenía pensado en pedir unas pizzas y comprar una botella de ron y darte una sorpresa.
- ¡¿En serio?! pues entonces salgo pronto, me tomo algo con ellos y voy para casa.
- ¡Vale, genial! Hazme un favor, cuando vengas llámame y cuando estés a 5 minutos de casa también, ¿vale¿
- Claro que sí. Te quiero
- Yo a ti también, Noelia.


Cuando salí de la fiesta con mis compañeros de la oficina, hice lo que Teo me dijo. Le llame pero me colgó. Continué caminando hacia casa y cuando estaba a unos 5 minutos volví a llamarle, esta vez si respondió:



- Hola Noe, cuando llegues a casa abre tu, que yo no voy a poder

- De acuerdo


Colgué extrañada. ¿Qué se trae este entre manos? Bueno, ahora cuando llegue lo descubro.



Al llegar a la puerta se veía una luz muy tenue a través del cristal, abrí y la casa estaba solamente iluminada por unas cuantas velas en la mesa del salón, otras en el suelo y alguna mas esparcida por el salón. En los altavoces sonaba “No ordinary love” de Sade, nuestra canción. En el extremo del sofá estaba Teo, son unos vaqueros grises, una camisa blanca, una americana también gris y unas botas negras. En su mano derecha sostenía una copa.



Me quedé completamente sorprendida ya que la imagen era muy romántica y muy sugerente.



Me senté a su lado, le di un beso y me entrego otra copa. Sin decir nada, señalo la mesa en la que había dos sobres. Cogí el primero:



Hola Noelia y bienvenida a LA NOCHE

Esta noche espero que sea algo especial y que permanezca en tu memoria durante mucho tiempo. 

La noche consistirá en lo siguiente:

- Copa de bienvenida (la cual ya tiene en tu mano)
- Aperitivos
- Cena
- Juegos 

Los juegos estarán divididos en dos partes. La primera te la explicaré cuando termines de leer esta carta y tendrá lugar en diferentes zonas de la casa y la segunda parte se desarrollará en la habitación, la cual está acondicionada para la ocasión.

Espero que disfrutes y que sea inolvidable para ti.

Te quiero,

Teo.
Al terminar de leer la carta volvió a señalar la mesa y me indicó que cogiera el segundo sobre. En él había una tarjeta que tenía escrito que me quería y que era lo más importante de su vida. Tengo que decir que me emocione un poco. Cuando acabé de leer le dije:


- A ver, explícame la primera parte.

- Pues lo primero que quieras es que te cambies, que te pongas un vestido sexy, tacones  medias. Después lo que quiero es que esta noche tienes que hacer todo lo que yo te diga y me tienes que dejar hacer todo lo que yo quiera, ¿vale?


Le miré extrañada pero confío en él



- Ok, me parece bien.

- ¡Genial! Pues la primera orden es: cuando llegue el pizzero quiero que le abras la puerta vestida solo con una americana mía que te quedara justo por debajo del culo, medias de rejilla y tacones.
- Mmmm… Venga, vale, me parece algo divertido.
- Pues venga, cámbiate antes que venga.


Me fui a la habitación y elegí un vestido negro que se anuda detrás de la nuca y queda por encima de las rodillas.



Cuando volví el pizzero estaba llamando por lo que no me dio tiempo a cambiarme otra vez, así que decidí abrir el escote hasta justo el límite de mis pezones y subirme más el vestido; este al ser sedoso formaba mi cuerpo y hacía notar mis pezones que ya estaban erectos. Abrí la puerta y el chico de la pizza se quedó sin saber que decir. Cogí la pizza de sus manos y Teo se acerco para pagarle. Cerró la puerta y nos reímos.



- Muy bien, cariño. Lo has hecho muy bien. Dentro de poco vendrá la siguiente prueba.



Nos volvimos a sentar en el sofá disfrutando de un ron con Coca-Cola y los aperitivos. De repente Teo se acerco a mi cuello y comenzó a besarlo de manera muy sensual. Pasaba su lengua suavemente por mi cuello, lo besaba y me susurraba al oído que me deseaba. Me excitó mucho.



Calentamos la cena en el microondas y cenamos. Mientras cenábamos me hacía preguntas subidas de tono que hacían la conversación muy divertida y excitante. De vez en cuando metía su mano por debajo de mi vestido y acariciaba mis pechos con una mano y con la otra subía por la pierna hasta rozar con sus dedos mi tanga. Cada vez me estaba calentando más.



Terminamos de cenar y nos servimos otra copa. En los altavoces se escuchaba “Let get it on” de Marvin Gaye y me dijo:



- Quiero que bailes de manera sensual esta canción para mí



Me levanté y dejé que el ritmo de la música se metiera dentro de mí. Me contoneaba delante de él, pasaba mis manos por mi cuerpo de arriba abajo, tocándome el pecho y acariciándome las piernas. Me sentía, sexy, seductora. Me acerqué a él, que continuaba sentado, me puse de espaldas y con un movimiento muy sensual bajaba hasta frotar al ritmo de la música mis nalgas contra su entrepierna. Podía notar su erección pero él no podía notar mi humedad. Cada vez estaba más y más excitada.



La noche siguió y la conversación cada vez subía más de tono.



- Noe, ¿Cuándo fue la última vez que te masturbaste?

- Jeje, mira que preguntas me haces. Pues…eh…esto… hace tres
- Ah, ¿sí? ¿y cuándo, donde, estaba yo en casa?
- Te acuerdas cuando estabas con la espalda dolorida y te hice sexo oral.
- Sí, claro, como olvidarlo.
- Pues cuando terminaste estaba tan caliente y mojada que me metí en la ducha y me masturbe.


Nos reímos los dos y nos fundimos en un beso que hacía, si cabía, que mi excitación fuera más grande. Cuando nos separamos me miró con ojos golosos y me dijo:



- Quiero que hagas otra cosa pero no quiero que te sientas incomoda

- Dime
- Quiero que se sientes en ese sillón y te masturbes para mí.
- Eh… bueno… es que me da mucha vergüenza. Lo hago si tu también lo haces
- Vale, trato hecho.


Me senté en el sillón, me quite el tanga y empecé a tocarme. Le mire como se tocaba él también, era una situación extraña para mí pero me estaba gustando. Me levanté y me senté a su lado. Los dos seguíamos masturbándonos.



- Noe, relájate y disfruta.- me decía mirándome a los ojos.



Le hice caso y seguí jugando conmigo misma. Cerré los ojos, me tocaba y mi respiración aumentaba. Seguía tocando y jugando con mi clítoris, estaba disfrutando haciendo que mi humedad fuera inmensa. Más rápido, mis dedos se movían más rápido, con mas ritmo hasta que ¡Sí, sí, oh, sí! Cogí su mano para que notara como mi vagina palpitaba fuerte después de tener el orgasmo.



- ¿Qué tal? ¿Te ha gustado verme?

- Me ha encantado, Noe. Verte disfrutar me excita mucho


La botella de ron bajaba sin que nos diéramos cuenta, estábamos disfrutando mucho el uno de otro. Durante un tiempo no me ordenó más pruebas pero entre copa y copa se agachaba y lamia mis pezones, besaba mis pechos, acariciaba mi cuello o me tocaba los labios que estaban completamente hinchados y mojados. Deseaba que me tirara en el sofá y me penetrara pero su plan era otro. Su plan era acabar la noche acostados haciendo el amor mientras durante el resto de la velada estaríamos excitados, calientes, ardientes para así llegar al final deseándonos al máximo.



Tomó el último sorbo de su copa y metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta. Saco un antifaz y me lo puso en los ojos. No veía nada solo le oía moverse, alejándose. Escuche unos tintineos pero no supe adivinar lo que era. Volvió, me cogió de las manos y me guio por el salón. Me llevó a la cocina. Gentilmente me guiaba hasta que mi culo toco con el borde del mesa. Completamente a oscuras notaba como se agachaba hasta que agarro mi tobillo derecho y alrededor ató una esposa acolchada. Se movió hasta el izquierdo e hizo lo mismo. Con sus manos acarició mis piernas hasta llegar al vestido y me lo subió por encima del pubis. Metió la mano por el elástico de las medias de rejilla y las rompió de un tirón brusco que causó un gemido de placer en mí. Pasaba con su dedo por encima de tanga y tiro de él hacia abajo arrancando otro gemido y produciendo mas excitación y humedad a mi sexo. Notaba su aliento cálido en mi vello, notaba sus dedos tocando mis labios, jugando con el botón de mi placer. Su lengua recorrió la entrada de mi vagina empapando su cara. Me encorvaba, gemía, gozaba y gritaba de placer. ¡Sigue, no pares! ¡Sigue!, pensaba pero se percató que estaba a punto de llegar al orgasmo y se detuvo. Se levantó lentamente, parándose en mi pecho, besándome en el cuello, besándome en la boca y me susurró:



- Hasta aquí, luego continuamos.



Me moría, quería matarlo por haberme dejado así pero él mandaba así que obedecí. Se volvió a acercar a mi oído y me dijo:



- Ahora te toca a ti.



Me agarró por debajo de las axilas y me ayudó a ponerme de rodillas ya que aun seguía atada a la mesa. Ya con mis rodillas en el suelo y completamente sumisa pasé una mano entre sus piernas y acaricie sus nalgas mientras con la otra jugaba con sus testículo y al mismo tiempo lamia todo el tronco de su pene desde la base hasta la glande. Solamente con la punta de mi lengua acariciaba el frenillo para darle el máximo placer. Su glande, rosado y brillante deseaba introducirse en mi boca. Lo lamí y saboreé por toda su circunferencia hasta introducirlo como una débil fresa en mi cálida boca. Caliente, duro y sabroso lo introducía más y más. Jugaba con mi lengua con él sin sacarlo de mi boca. Apretaba mis labios y recorría toda su longitud hasta sacarlo entero de mi boca. Nunca había visto a Teo disfrutar tanto, su cara de placer y sus gemidos eran algo que me estaba llevando casi a un orgasmo sin ni siquiera tocarme.



- ¡Para, para! - me dijo. – No quiero correrme todavía, aun queda mucha noche.



Se inclinó y me quitó el antifaz, me miró a los ojos y me besó.



Ya libre de mis ataduras me agarro la mano y me llevó de nuevo al salón.



- ¿Sabes qué?, voy a traer lo que estaba preparado en la habitación que aquí estamos bien.

- Ok, me parece genial.


Cuando regresó, traía en su mano unos papeles, un dado, dos fichas, un plátano y una manzana.



- ¿Qué es todo eso?

- Pues es el material que necesitamos para jugar a este juego de mesa.
- ¡Me gusta, parece muy divertido!


Los papeles eran los diferentes tableros que se necesitaban para jugar. Los primeros eran sencillos, con pruebas y juegos para subir la temperatura: muerde la oreja de tu pareja, esconde el dado en tu cuerpo y que tu pareja los busque… cosas así pero en los últimos la cosa era distinta.



Llegamos al cuarto tablero completamente desnudos, que era como había que jugar en ese nivel. Yo miraba el tablero deseosa de caer en una casilla en especial. Teo se acariciaba su pene para mantener su erección y yo…yo no necesitaba tocarme, necesitaba que me tocara, que me penetrara. ¡Estaba completamente fuera de control!



Tiré el dado y salió un seis. Uno, dos, tres cuatro, cinco y seis. ¡Sí, sí, la casilla que yo quería! “Siéntate sobre el regazo de tu pareja durante un turno”.




- Uy, cariño, perdón, me tengo que sentar encima de ti.


Me levanté del sofá y me senté en su regazo de espaldas. Según me acomodaba me frotaba para que notara mi humedísima vagina contra su pene. Me frotaba, me restregaba. Deslicé mi mano y acaricie su pene. Los dos al unísono soltamos un ¡ooh! ¡Ya lo tenía! Lo agarré, me incorporé un poco y comencé a jugar con su pene, duro, durísimo. Lo pasaba por la entrada de mi sexo, por mi clítoris hasta que no pude más y sin ningún esfuerzo me los metí entero hasta el fondo. ¡Sí, sí! ¡Ya está dentro! Al estar en esa postura llego hasta el fondo y tocó el fondo. Estaba gozando.



Me agarro fuerte de las nalgas para que me moviera arriba y abajo pero ahora tenía yo el control. Me quedé pegada a él y lo único que hacía era mover las caderas adelante y atrás como una bailarina de danza del vientre.



- ¡Oh, Noe, cariño, que gusto! ¡Sigue, no pares!



Continuaba con mi danza. Sentía mis flujos salir y empapar sus testículos. Mis labios abrazaban su pene para no dejarlo marchar. Adelante y atrás, arriba y abajo.  Teo presionaba como si quisiera desaparecer dentro de mí y con cada embestida llegaba a la pared del fondo y hacia que mis gritos de placer fueran enormes.



- ¡Sí, Teo, sigue! ¡Más, más! ¡Oh, Dios mío, voy a llegar, me corro, me corro!

- ¡Sí, Noe, córrete, córrete!
- ¡Síí, ahhh!- Gritamos a la vez.


Notaba como me inundaba por dentro. Notaba su ardiente orgasmo dentro, golpeando todo mi interior.



Los latidos de nuestros sexos se sincronizaron y palpitaban al mismo tiempo. ¡Bum bum, bum, bum! Como dos tambores golpeando fuerte.



Me rendí exhausta encima de su pecho. Respirábamos fuerte, entrecortados. Pasó sus manos por mi vientre y subió hasta mis pechos, me estremecí y mi piel se erizó. Mi orgasmo aun recorría mi cuerpo.



Me giré, lo miré y le dije:



- Cariño, es la mejor noche que he tenido nunca. Esto es inolvidable.

La primera vez con él en casa

Después de una jornada bastante intensa en la oficina, entre reuniones, comidas con los representantes internacionales y muchas llamadas de teléfono me moría de ganas por llegar a casa.


Según iba caminando me perdía en mis pensamientos y uno de ellos era la preocupación por saber cómo estaría Aarón. Llevaba en casa toda la semana después de tener una contractura en la espalda que lo dejó tirado en la cama. Los dolores eran intensos y tuve que darle algún que otro masaje para calmarle los dolores. Por este motivo no podíamos hacer el amor y cada día que pasaba y cada masaje que le daba hacía que mi excitación fuera in crescendo.



- Hola cariño, ¿cómo te encuentras hoy?

- Bien, gracias. Parece que el dolor esta desapareciendo pero aun tengo molestias.


“Vaya, hombre” pensé. Yo que quería quitarme estos calores.



Preparamos la cena y mientras charlábamos lo miraba con ojos de deseo pensando en lo que deseaba hacerle pero el pobre no parecía estar cómodo en la silla debido a los dolores. 



Nos reímos durante la cena recordando anécdotas del trabajo que yo le contaba y disfrutando de nuestra compañía.



Le vi moverse de nuevo incomodo en la silla, sin encontrar la postura adecuada, por lo que le dije:

- Amor, ¿te doy otro masaje?
- Uf, cariño, la verdad que lo agradecería muchísimo.


Me fui a la habitación y cogí la crema que tenemos para estos casos. Cuando volví hacia la cocina, Aaron ya estaba sin camiseta esperando por el masaje. “¡Ay madre!”  Dije para mis adentros y note como la temperatura subía por todo mi cuerpo  “Kindra, tranquila, esta con dolores, así que tranquilízate”, me tuve que decir de nuevo para mis adentros.



Unté mis dedos en la crema y se la comencé a aplicar por los hombros y los omóplatos. Cada vez que pasaba los dedos por las zonas doloridas, Aaron soltaba respiraciones hondas y por el alivio que estaba sintiendo. Ese alivio, sus movimientos y sus respiraciones estaban haciendo que mi temperatura subiera más y más y ya no solo era en todo el cuerpo. Se estaba localizando en mi entrepierna. Pasado un rato me dio las gracias y me dijo que ya era suficiente que prefería irse a la cama a descansar.



- Sin problema mi amor. Ve metiéndote en la cama que ahora voy yo.



Aaron a duras penas se fue andando hacia nuestro cuarto y yo me fui al baño. Cerré la puerta, abrí el agua fría y me refresqué la cara y la nuca. Levanté la mirada y me encontré a mi misma mirando al espejo. Me eché una sonrisa pícara y salí del baño. Entré en el cuarto y le dije:



- Amor, échate, relájate y cierra los ojos

Mientras él hacia lo que le había dicho comencé a quitarme la ropa. Una falda de tubo negra, que me llegaba hasta la cintura, una camisa blanca ceñida, las medias y mis tacones negros favoritos. 


Me metí en la cama solo con la ropa interior. Un tanga negro con bordados blancos y el sujetador a juego.



- ¿Estás relajado?

- Sí, bastante.
- Bueno, pues ahora te voy a relajar más. Tú no hagas nada, solo disfruta.


Me subí encima de él a horcajadas. Mientras iba inclinándome para besarle mi pelo tocó su pecho y note como se le puso la piel de gallina. Me acerqué a su cuello y le besé con deseo; lamiendo, succionando y acariciando cada parte él. Aaron respiraba entrecortado y su erección era más que notable para mí.



Seguí bajando por su cuerpo, arañando con mis uñas su torso y parándome en sus pezones que estaban firmes como soldados. Besaba su vientre y mis manos pasaron a sus muslos y a su entrepierna. Aaron estaba muy excitado. Muy suavemente acaricié sus testículos con un solo dedo, desde la base continuando por todo el tronco de su pene hasta llegar al glande. Allí fue cuando “oh cariño, que gusto” salió de la boca de Aaron. Sin pensármelo dos veces, saqué mi lengua y con la punta hacia círculos por todo el contorno de su glande. Eso le volvía loco. Seguí jugando, lamiendo por fuera su pene hasta que lo introduje entero en mi caliente boca. “oohh”, fue lo que dijo. El placer que estaba sintiendo no le permitía más palabras.



Seguí, arriba y abajo masajeando con mi mano y mi boca su pene. Verle disfrutar de esa manera estaba haciendo que mi tanga estuviera bastante mojada. Yo estaba también muy cachonda.



Continué y continué, hasta que terminó en mi boca. Su orgasmo, sus espasmos de placer y su respiración hicieron que mi excitación fuera prácticamente incontrolable.



Me levanté de la cama, lo besé y me fui de nuevo al baño. Rápidamente me quite el tanga, completamente empapado, y el sujetador. Encendí la ducha y me metí dentro.



Debajo del chorro caliente de agua que tocaba todo mi cuerpo, mis pezones si pusieron rígidos, con una mano los acaricie y con la otra me fui directa a darme placer. 



Mi dedo corazón jugaba con mi clítoris. Lo movía en círculos, pasaba mi dedo del clítoris a la entrada de mi vagina y volvía a subir. Me tocaba, estaba gozando. Incluso con el agua abierta notaba mi humedad. Seguía, me frotaba. Círculos, arriba y abajo me penetraba con mi dedo corazón. Me introduje el índice y el corazón para jugar con mi punto G mientras el pulgar daba placer a mi ya prominente clítoris. Seguía con la danza de mis dedos en mi sexo. Estaba gozando. ¡Me iba a correr, me iba a correr! “¡Ah, sí, joder!”. Tuve que ahogar mi grito de placer  contra mi antebrazo para que Aaron no me oyera. Mi vagina latía, estaba ardiente y muy mojada.



Salí de la ducha, me sequé y me fui a la cama muy relajada.



Fue la primera vez que me masturbé con él en casa.



Hace poco se lo confesé y se rió. Me dijo que la próxima vez que lo haga, me acerque a su oído y le diga susurrando:



- Me acabo de masturbar pensando en ti 


El camarero y la señora

- ¡Adiós mama! Me voy a la universidad y después a trabajar al hotel Universal, que hay una recepción para no sé qué embajador.
- ¡Adiós hijo!


Y así prácticamente empiezan todos mis viernes de este año. Voy a la universidad y después a trabajar de camarero en actos de alto estanding. La verdad no está mal, conozco gente y me da para pagar mis vicios y mi ropa.



Al llegar a la universidad me encontré con una chica de la que llevo colgado todo el año. Rubia, piernas largas, pecho prominente y una sonrisa de anuncio de televisión que le quita a uno hipo. Pero sé que está bastante fuera de mi alcance. De hecho solo he hablado con ella en mis noches masturbatorias.



Al acabar las interminables clases me dirijo al parking, cojo mi moto, la vuelvo a ver a ella y le digo un tipo adiós. Ella me corresponde con una sonrisa y un adiós dulce. Esto hace que todo el cansancio que tengo acumulado de las clases se vaya por completo.



Llego al hotel, me voy a los vestuarios, saludo a todos mis compañeros y compañeras, me cambio y vamos todos a una pequeña reunión con el jefe de camareros. Son ya las nueve y media de la noche.

Subimos a los salones y allí están todos los embajadores, ministros y demás gente importante tomando sus copas y esperando por la comida. Esta vez a mi me toca llevar una gran bandeja con tostas repletas de camarones.


Me paseo por el gran salón con la bandeja y la gente me va parando para ir cogiendo las tostas.

En un momento la voz de una mujer me llama: - ¡Mozo, por favor, aquí! -. Me giro y veo a una mujer impresionante de casi 50 años, con una larga melena rubia, piernas eternas y esbeltas, ojos tan azules que duelen hasta mirarlos y un escote bastante pronunciado. Me dirijo a ella completamente alucinado de lo que estoy viendo e intentado esconder la erección que acaba de tener al verla.


Cuando llegué hasta ella, descubro que a su lado está sentada la chica de la universidad. Ya sé de dónde sacó tanta belleza; de su madre. Al inclinarme con la bandeja mis ojos se movían rápidamente de sus pechos a sus ojos. Estaba completamente embobado. Cuando volví a erguirme de nuevo y darme la vuelta, la impresionante señora me soltó un pequeño pellizco en el culo. Me giré atónito. La miré y me soltó un guiño lleno de lujuria. Su hija la miraba sin dar crédito a lo que pasaba.



Después de unos paseos más con otras bandejas llegó la hora del cava.



Todos los camareros íbamos con bandejas repletas de copas finas llenas de cava. La gente iba cogiendo las que quería.



Me encontré de frente con la impresionante señora y al tiempo que cogía una copa con una mano, disimuladamente con la otra me tocó en la entrepierna y me dijo al oído: - Esto, me lo voy a comer de postre-. Casi se me cae la bandeja.



Cada vez que pasaba cerca de ella, me acariciaba el culo, me pasaba la mano por la entrepierna o me repetía que quería el postre ya. Yo estaba que no podía mas, ¡iba a explotar!, esa mujer me había puesto muy cachondo.



Cuando la fiesta estaba llegando a su fin, la mujer se acercó de nuevo a mí y me dijo al oído: - Habitación 1025, en 10 minutos-. Y me beso en el cuello de tal manera que casi llegué al orgasmo.



Baje a los vestuarios y me cambie tan rápido que hasta me puse la camiseta al revés.



Me dirigí al ascensor, presione el piso 10. El viaje en ascensor se me hizo eterno. Al final llegue a la 10ª planta. Busqué la habitación. Llame a la puerta y desde dentro oí a la mujer decir: - Pasa, está abierta.



Entré en la habitación y me encontré a la mujer con un camisón negro transparente,  un tanga de encaje a juego con el camisón y unos tacones de aguja impresionantes. Me miro, se acercó y me besó en la boca. Me entregó una copa de cava y me dijo: - Quítate todo y tírate en la cama. Esta noche no la vas a olvidar jamás-.  Me encontraba un poco desconcertado y lo único que se me ocurrió decir fue: - ¿Y su hija? -. A lo que ella me respondió: - Mi hija es una mojigata, igual que su padre y cuando te pellizque la primera vez se escandalizó y se fue -. No dije nada más, solo cogí la copa de cava y me la bebí de un trago.



La mujer se acercó a la cama y comenzó a acariciarme las piernas mientras con su cuerpo me rozaba los pies y hacia que su pechos tocaran mis dedos con los que podía notar como su pezones se ponían duros. Siguió subiendo sus manos por mis muslos hasta llegar a las ingles. Con un mano me cogió los testículos y con la otra empezó a masturbarme tocando suavemente con su pulgar mi glande. Esto me excitó más si cabe. Acercó su boca y con la lengua empezó a lamer desde la base de mi pene, subiendo y jugando con la lengua hasta que se introdujo por completo mi pene en su boca. Le dio una pequeña arcada, me miró y me dijo: - No esperaba que fuera tan grande. ¡Me encanta!-. Y volvió a comérselo por completo. Siguió y continuó jugando mientras se masturbaba también. Yo estaba a punto de correrme y le pedí que parara. Ella me miró con esos ojos azules, sonrió y se lo volvió a meter en la boca hasta que me corrí. Fue una explosión de placer que hacía mucho que no sentía.



Siguió masturbándome con la mano hasta que consiguió que volviera a tener una erección. Ahí fue cuando ella se desabrocho el tanga, lo tiró al suelo y se subió encima de mí. Estaba completamente mojada. Apretó hasta tenerme completamente dentro. Apoyo sus manos en mi pecho y empezó a moverse, ondulando su cuerpo. Sentía como mi pene acaricia todo el interior de su vagina. Era impresionante esa mujer. Se despojó de su camisón, me cogió las manos y las llevó hasta sus pechos. Eran firmes y tenía los pezones grandes, oscuros y duros. Me los metí en la boca y comencé a jugar con ellos. Ella gemía y pedía más y que la mordiera más fuerte.



Me besaba apasionadamente en el cuello. Me mordía las orejas y me decía lo mucho que le gustaba tenerme dentro. Los dos disfrutábamos mucho.



Se quitó de encima, se giró y se volvió a sentar encima de mí pero esta vez de espalda. Apoyó sus manos en mis piernas y empezó a moverse de nuevo. Me pedía que le azotara. - ¡Pégame, pégame fuerte! -. Comencé a darle azotes con la mano abierta y cada vez que la golpeaba más ella gemía y se movía más rápido. Era una mujer insaciable.



En un movimiento rápido paso su piernas hacia adelante y echó la cabeza hacia atrás para que le cogiera la rubia melena. La azotaba con una mano y tiraba de su pelo con la otra. Se movía arriba y abajo, gritando y gimiendo. Se movía y se movía hasta que llegó al orgasmo.



Se dio la vuelta, se sentó mirando hacia mí con las piernas a cada lado de mi cuerpo. Me cogió el pene, lo masturbó de nuevo y empezó a jugar con él y con su clítoris. Lo pasaba arriba y abajo en su vagina hasta que se lo introdujo de nuevo. Empujo fuerte y noté como tocaba el fondo de su vagina. Gritó de placer.



Me miró, se sentó encima, me abrazo y me beso. Un beso, húmedo, lujurioso. Al tiempo que jugaba con su lengua dentro de mi boca se movía para que la penetrara más profundo y me clavaba las uñas en la espalda. Nos seguíamos besando con gemidos ahogado. Notaba ella iba a llegar al orgasmo ya que estaba muy mojada. Empuje lo más fuerte que pude y los dos nos corrimos al unísono. Gritando, gimiendo. Estábamos exhaustos. Yo estaba destrozado.



La mujer se levantó, se fue al baño. Oí agua correr. Al poco salió. Perfectamente arreglada.

Se acercó a la cama de nuevo. Me arañó el pecho suavemente con las uñas. Me beso, se acerco a mi oído y me susurró:


- Te espero el año que viene.



¡Qué largo se me va a hacer el año!



;-)

Por nuestro aniversario

Ayer fue nuestro aniversario y ha sido uno de los mejores.

Terminé de trabajar, me fui a casa y preparé una sorpresa para ella. Compré un ramo de flores, preparé unas copas de nuestro vino preferido y la esperé en la puerta de casa.
Al abrir la puerta, ella me encontró sonriendo y con una copa en cada mano.

- ¿Y esto a que se debe, cariño?-. Me dijo
- Mi amor, es nuestro aniversario-. En nuestra relación soy yo el que se acuerda de estas fechas. Para estas cosas es un desastre pero para otras es la mejor.

Después de brindar, felicitarnos y fundirnos en un abrazo le dije que se pusiera su mejor vestido que nos íbamos a cenar.

Salió de la habitación con un vestido negro que daba forma a sus curvas, tacones interminables, pelo recogido y unos pendientes largos que hacían que su cuello luciera más largo.

Cogimos el ascensor, nos miramos a los ojos y ella sonriendo metió la mano en su bolso y sacó un pequeño manda a distancia. Este mando era de un juguete sexual que hacía unos meses nos compramos. Yo tengo el mando y ella lleva puesto el vibrador. En ese momento noté que empezaba a tener una erección y que la noche iba a ser muy divertida.

Llegamos al restaurante y el camarero nos acompañó a nuestra mesa. Pedimos una botella de vino y empezamos a ojear la carta para pedir nuestra cena. Mientras ella miraba lo que iba a pedir, con disimulo metí la mano en mi bolsillo y activé el mando. Ella dio un pequeño salto en su silla ya que no se lo esperaba y me miró con sonrisa pícara. 

Después de unos minutos el camarero volvió para tomarnos nota. Cuando ella empezó a hablar con el camarero para que tomara nota del pedido volví a darle al mando, y soltó un pequeño grito de placer. Acto seguido, se sonrojo por lo que acababa de pasar.

El camarero se fue y ella me miró. Yo estaba excitado por lo que había ocurrido y muerto de risa. Ella me dijo en voz baja:

- Pero como se te ocurre hacerme eso. ¡Qué tonto eres!-. Y me dio un golpe cariñoso en la mano.

Comenzamos a hablar de nuestro día de trabajo y seguimos recordando cómo nos habíamos conocido, nuestro primer beso, nuestra primera vez teniendo sexo, y ahí fue donde la conversación empezó a ponerse muy caliente.

Estuvimos recordando aquella vez que tuvimos sexo en una fiesta. Con todo el mundo alrededor y nadie sabía realmente lo que estábamos haciendo. En ese momento de la charla noté como un pie empezaba subir por mi pierna hasta que llegó a mi entrepierna. Allí empezó a masajearme suavemente y esto me estaba poniendo muy caliente. Entonces cogí de nuevo rápidamente el mando y activé el juguete en su programa más rápido. Ahora usaba los dos pies para masajearme cada vez más rápido. Ella estaba muy caliente, por como suspiraba, ponía los ojos en blanco y agarraba el mantel de la mesa con fuerza. Estaba a punto de llegar al orgasmo.

De repente, quitó los pies y paró. Me miró y desapareció rápidamente debajo de la mesa. No sabía dónde meterme. Solo notaba sus movimientos. No la veía y eso me excitaba muchísimo más. Desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de mi pantalón y lo siguiente que note fue su lengua caliente y húmeda saboreando mi glande.

No me podía creer lo que estaba ocurriendo. Continuaba, seguía metiéndose cada vez más profundo mi polla en su boca. La saboreaba, lentamente, jugando con su lengua. Seguía, cada vez más rápido y más rápido. Yo mientras intentaba no gritar de placer. Seguía, seguía y seguía hasta que al final no puede más y me corrí en su boca. Tuve que morder la servilleta para no gritar de placer.

Salió de debajo de la mesa como si nada. Yo estaba extasiado. No podía más. Fue muy intenso.

Tomé un trago largo a la copa de vino. Me levanté, me acerqué a ella, la besé en el cuello; sabía que eso la excitaba mucho;  y le dije al oído: - Te espero, ya, en el cuarto de baño-. Se sorprendió mucho porque no se esperaba que fuera capaz de hacerlo otra vez en tan poco tiempo.

Bajé las escaletas hacia los baños y me escondí detrás de una puerta. Escuchaba sus tacones bajar por las escaleras. Cuando entró en el cuarto de baño de hombres, me comenzó a llamar: - Cariño, ¿donde estas?-. En ese momento la agarré por detrás, y la llevé a dentro de una de las cabinas. Pasé un brazo por debajo del suyo y le agarre la cabeza por debajo de la barbilla. Con la otra mano le empecé a subir el vestido, buscaba quitarle el tanga que pensaba que llevaba puesto pero para mi sorpresa no llevaba nada. Empecé a frotarme contra ella para que notara que seguía muy cachondo y excitado. Ella gimió al notarme. Me dijo: - Espera que me quito el juguete -. Le dije que no, que se lo dejara puesto.

Activé el juguete y mientras este vibraba pasé la mano hacia adelante y empecé a jugar con su clítoris. Le puse la otra mano sobre la espalda y la empuje suavemente para que se inclinara poco a poco hacia adelante. Agarre mi polla y comencé a pasarla poco a poco por su culo. Le acercaba el glande y empujaba muy suavemente para que se fuera dilatando. Cada vez se iba dilatando más y más hasta que al final conseguí introducirme por completo. Al llegar al final, ella gritó y no de dolor si no de placer. Empezó a moverse. 

- ¿Te gusta, cariño?
- ¡Oh oh, sí, sí, me encanta, no pares, mi amor! -. Me decía

Con el juguete a máxima potencia sentía como ella estaba muy húmeda y seguía moviéndose. Ella seguía gritando hasta que llegó al orgasmo con un grito de placer que jamás le había oído. Justo después llegue yo. Exhaustos, sudorosos y cansados, ella se levantó, me besó y me dijo: - Feliz aniversario, mi amor.

No sé si el año que viene será igual pero este aniversario lo recordaremos para siempre.

;-)