Bienvenida a LA NOCHE

El día empezó de lo más tranquilo. Teo en casa en su día libre y yo de camino a la oficina. Nos despedimos en la puerta de casa deseándonos buen día y esperando vernos de nuevo por la tarde.


Poco después de la hora de comer, Teo me dijo por skype:



- Hola cariño, ¿te vas esta tarde a tomar algo después de trabajar?

- Creo que sí, vamos a celebrar los buenos resultados.
- Ok, es que tenía pensado en pedir unas pizzas y comprar una botella de ron y darte una sorpresa.
- ¡¿En serio?! pues entonces salgo pronto, me tomo algo con ellos y voy para casa.
- ¡Vale, genial! Hazme un favor, cuando vengas llámame y cuando estés a 5 minutos de casa también, ¿vale¿
- Claro que sí. Te quiero
- Yo a ti también, Noelia.


Cuando salí de la fiesta con mis compañeros de la oficina, hice lo que Teo me dijo. Le llame pero me colgó. Continué caminando hacia casa y cuando estaba a unos 5 minutos volví a llamarle, esta vez si respondió:



- Hola Noe, cuando llegues a casa abre tu, que yo no voy a poder

- De acuerdo


Colgué extrañada. ¿Qué se trae este entre manos? Bueno, ahora cuando llegue lo descubro.



Al llegar a la puerta se veía una luz muy tenue a través del cristal, abrí y la casa estaba solamente iluminada por unas cuantas velas en la mesa del salón, otras en el suelo y alguna mas esparcida por el salón. En los altavoces sonaba “No ordinary love” de Sade, nuestra canción. En el extremo del sofá estaba Teo, son unos vaqueros grises, una camisa blanca, una americana también gris y unas botas negras. En su mano derecha sostenía una copa.



Me quedé completamente sorprendida ya que la imagen era muy romántica y muy sugerente.



Me senté a su lado, le di un beso y me entrego otra copa. Sin decir nada, señalo la mesa en la que había dos sobres. Cogí el primero:



Hola Noelia y bienvenida a LA NOCHE

Esta noche espero que sea algo especial y que permanezca en tu memoria durante mucho tiempo. 

La noche consistirá en lo siguiente:

- Copa de bienvenida (la cual ya tiene en tu mano)
- Aperitivos
- Cena
- Juegos 

Los juegos estarán divididos en dos partes. La primera te la explicaré cuando termines de leer esta carta y tendrá lugar en diferentes zonas de la casa y la segunda parte se desarrollará en la habitación, la cual está acondicionada para la ocasión.

Espero que disfrutes y que sea inolvidable para ti.

Te quiero,

Teo.
Al terminar de leer la carta volvió a señalar la mesa y me indicó que cogiera el segundo sobre. En él había una tarjeta que tenía escrito que me quería y que era lo más importante de su vida. Tengo que decir que me emocione un poco. Cuando acabé de leer le dije:


- A ver, explícame la primera parte.

- Pues lo primero que quieras es que te cambies, que te pongas un vestido sexy, tacones  medias. Después lo que quiero es que esta noche tienes que hacer todo lo que yo te diga y me tienes que dejar hacer todo lo que yo quiera, ¿vale?


Le miré extrañada pero confío en él



- Ok, me parece bien.

- ¡Genial! Pues la primera orden es: cuando llegue el pizzero quiero que le abras la puerta vestida solo con una americana mía que te quedara justo por debajo del culo, medias de rejilla y tacones.
- Mmmm… Venga, vale, me parece algo divertido.
- Pues venga, cámbiate antes que venga.


Me fui a la habitación y elegí un vestido negro que se anuda detrás de la nuca y queda por encima de las rodillas.



Cuando volví el pizzero estaba llamando por lo que no me dio tiempo a cambiarme otra vez, así que decidí abrir el escote hasta justo el límite de mis pezones y subirme más el vestido; este al ser sedoso formaba mi cuerpo y hacía notar mis pezones que ya estaban erectos. Abrí la puerta y el chico de la pizza se quedó sin saber que decir. Cogí la pizza de sus manos y Teo se acerco para pagarle. Cerró la puerta y nos reímos.



- Muy bien, cariño. Lo has hecho muy bien. Dentro de poco vendrá la siguiente prueba.



Nos volvimos a sentar en el sofá disfrutando de un ron con Coca-Cola y los aperitivos. De repente Teo se acerco a mi cuello y comenzó a besarlo de manera muy sensual. Pasaba su lengua suavemente por mi cuello, lo besaba y me susurraba al oído que me deseaba. Me excitó mucho.



Calentamos la cena en el microondas y cenamos. Mientras cenábamos me hacía preguntas subidas de tono que hacían la conversación muy divertida y excitante. De vez en cuando metía su mano por debajo de mi vestido y acariciaba mis pechos con una mano y con la otra subía por la pierna hasta rozar con sus dedos mi tanga. Cada vez me estaba calentando más.



Terminamos de cenar y nos servimos otra copa. En los altavoces se escuchaba “Let get it on” de Marvin Gaye y me dijo:



- Quiero que bailes de manera sensual esta canción para mí



Me levanté y dejé que el ritmo de la música se metiera dentro de mí. Me contoneaba delante de él, pasaba mis manos por mi cuerpo de arriba abajo, tocándome el pecho y acariciándome las piernas. Me sentía, sexy, seductora. Me acerqué a él, que continuaba sentado, me puse de espaldas y con un movimiento muy sensual bajaba hasta frotar al ritmo de la música mis nalgas contra su entrepierna. Podía notar su erección pero él no podía notar mi humedad. Cada vez estaba más y más excitada.



La noche siguió y la conversación cada vez subía más de tono.



- Noe, ¿Cuándo fue la última vez que te masturbaste?

- Jeje, mira que preguntas me haces. Pues…eh…esto… hace tres
- Ah, ¿sí? ¿y cuándo, donde, estaba yo en casa?
- Te acuerdas cuando estabas con la espalda dolorida y te hice sexo oral.
- Sí, claro, como olvidarlo.
- Pues cuando terminaste estaba tan caliente y mojada que me metí en la ducha y me masturbe.


Nos reímos los dos y nos fundimos en un beso que hacía, si cabía, que mi excitación fuera más grande. Cuando nos separamos me miró con ojos golosos y me dijo:



- Quiero que hagas otra cosa pero no quiero que te sientas incomoda

- Dime
- Quiero que se sientes en ese sillón y te masturbes para mí.
- Eh… bueno… es que me da mucha vergüenza. Lo hago si tu también lo haces
- Vale, trato hecho.


Me senté en el sillón, me quite el tanga y empecé a tocarme. Le mire como se tocaba él también, era una situación extraña para mí pero me estaba gustando. Me levanté y me senté a su lado. Los dos seguíamos masturbándonos.



- Noe, relájate y disfruta.- me decía mirándome a los ojos.



Le hice caso y seguí jugando conmigo misma. Cerré los ojos, me tocaba y mi respiración aumentaba. Seguía tocando y jugando con mi clítoris, estaba disfrutando haciendo que mi humedad fuera inmensa. Más rápido, mis dedos se movían más rápido, con mas ritmo hasta que ¡Sí, sí, oh, sí! Cogí su mano para que notara como mi vagina palpitaba fuerte después de tener el orgasmo.



- ¿Qué tal? ¿Te ha gustado verme?

- Me ha encantado, Noe. Verte disfrutar me excita mucho


La botella de ron bajaba sin que nos diéramos cuenta, estábamos disfrutando mucho el uno de otro. Durante un tiempo no me ordenó más pruebas pero entre copa y copa se agachaba y lamia mis pezones, besaba mis pechos, acariciaba mi cuello o me tocaba los labios que estaban completamente hinchados y mojados. Deseaba que me tirara en el sofá y me penetrara pero su plan era otro. Su plan era acabar la noche acostados haciendo el amor mientras durante el resto de la velada estaríamos excitados, calientes, ardientes para así llegar al final deseándonos al máximo.



Tomó el último sorbo de su copa y metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta. Saco un antifaz y me lo puso en los ojos. No veía nada solo le oía moverse, alejándose. Escuche unos tintineos pero no supe adivinar lo que era. Volvió, me cogió de las manos y me guio por el salón. Me llevó a la cocina. Gentilmente me guiaba hasta que mi culo toco con el borde del mesa. Completamente a oscuras notaba como se agachaba hasta que agarro mi tobillo derecho y alrededor ató una esposa acolchada. Se movió hasta el izquierdo e hizo lo mismo. Con sus manos acarició mis piernas hasta llegar al vestido y me lo subió por encima del pubis. Metió la mano por el elástico de las medias de rejilla y las rompió de un tirón brusco que causó un gemido de placer en mí. Pasaba con su dedo por encima de tanga y tiro de él hacia abajo arrancando otro gemido y produciendo mas excitación y humedad a mi sexo. Notaba su aliento cálido en mi vello, notaba sus dedos tocando mis labios, jugando con el botón de mi placer. Su lengua recorrió la entrada de mi vagina empapando su cara. Me encorvaba, gemía, gozaba y gritaba de placer. ¡Sigue, no pares! ¡Sigue!, pensaba pero se percató que estaba a punto de llegar al orgasmo y se detuvo. Se levantó lentamente, parándose en mi pecho, besándome en el cuello, besándome en la boca y me susurró:



- Hasta aquí, luego continuamos.



Me moría, quería matarlo por haberme dejado así pero él mandaba así que obedecí. Se volvió a acercar a mi oído y me dijo:



- Ahora te toca a ti.



Me agarró por debajo de las axilas y me ayudó a ponerme de rodillas ya que aun seguía atada a la mesa. Ya con mis rodillas en el suelo y completamente sumisa pasé una mano entre sus piernas y acaricie sus nalgas mientras con la otra jugaba con sus testículo y al mismo tiempo lamia todo el tronco de su pene desde la base hasta la glande. Solamente con la punta de mi lengua acariciaba el frenillo para darle el máximo placer. Su glande, rosado y brillante deseaba introducirse en mi boca. Lo lamí y saboreé por toda su circunferencia hasta introducirlo como una débil fresa en mi cálida boca. Caliente, duro y sabroso lo introducía más y más. Jugaba con mi lengua con él sin sacarlo de mi boca. Apretaba mis labios y recorría toda su longitud hasta sacarlo entero de mi boca. Nunca había visto a Teo disfrutar tanto, su cara de placer y sus gemidos eran algo que me estaba llevando casi a un orgasmo sin ni siquiera tocarme.



- ¡Para, para! - me dijo. – No quiero correrme todavía, aun queda mucha noche.



Se inclinó y me quitó el antifaz, me miró a los ojos y me besó.



Ya libre de mis ataduras me agarro la mano y me llevó de nuevo al salón.



- ¿Sabes qué?, voy a traer lo que estaba preparado en la habitación que aquí estamos bien.

- Ok, me parece genial.


Cuando regresó, traía en su mano unos papeles, un dado, dos fichas, un plátano y una manzana.



- ¿Qué es todo eso?

- Pues es el material que necesitamos para jugar a este juego de mesa.
- ¡Me gusta, parece muy divertido!


Los papeles eran los diferentes tableros que se necesitaban para jugar. Los primeros eran sencillos, con pruebas y juegos para subir la temperatura: muerde la oreja de tu pareja, esconde el dado en tu cuerpo y que tu pareja los busque… cosas así pero en los últimos la cosa era distinta.



Llegamos al cuarto tablero completamente desnudos, que era como había que jugar en ese nivel. Yo miraba el tablero deseosa de caer en una casilla en especial. Teo se acariciaba su pene para mantener su erección y yo…yo no necesitaba tocarme, necesitaba que me tocara, que me penetrara. ¡Estaba completamente fuera de control!



Tiré el dado y salió un seis. Uno, dos, tres cuatro, cinco y seis. ¡Sí, sí, la casilla que yo quería! “Siéntate sobre el regazo de tu pareja durante un turno”.




- Uy, cariño, perdón, me tengo que sentar encima de ti.


Me levanté del sofá y me senté en su regazo de espaldas. Según me acomodaba me frotaba para que notara mi humedísima vagina contra su pene. Me frotaba, me restregaba. Deslicé mi mano y acaricie su pene. Los dos al unísono soltamos un ¡ooh! ¡Ya lo tenía! Lo agarré, me incorporé un poco y comencé a jugar con su pene, duro, durísimo. Lo pasaba por la entrada de mi sexo, por mi clítoris hasta que no pude más y sin ningún esfuerzo me los metí entero hasta el fondo. ¡Sí, sí! ¡Ya está dentro! Al estar en esa postura llego hasta el fondo y tocó el fondo. Estaba gozando.



Me agarro fuerte de las nalgas para que me moviera arriba y abajo pero ahora tenía yo el control. Me quedé pegada a él y lo único que hacía era mover las caderas adelante y atrás como una bailarina de danza del vientre.



- ¡Oh, Noe, cariño, que gusto! ¡Sigue, no pares!



Continuaba con mi danza. Sentía mis flujos salir y empapar sus testículos. Mis labios abrazaban su pene para no dejarlo marchar. Adelante y atrás, arriba y abajo.  Teo presionaba como si quisiera desaparecer dentro de mí y con cada embestida llegaba a la pared del fondo y hacia que mis gritos de placer fueran enormes.



- ¡Sí, Teo, sigue! ¡Más, más! ¡Oh, Dios mío, voy a llegar, me corro, me corro!

- ¡Sí, Noe, córrete, córrete!
- ¡Síí, ahhh!- Gritamos a la vez.


Notaba como me inundaba por dentro. Notaba su ardiente orgasmo dentro, golpeando todo mi interior.



Los latidos de nuestros sexos se sincronizaron y palpitaban al mismo tiempo. ¡Bum bum, bum, bum! Como dos tambores golpeando fuerte.



Me rendí exhausta encima de su pecho. Respirábamos fuerte, entrecortados. Pasó sus manos por mi vientre y subió hasta mis pechos, me estremecí y mi piel se erizó. Mi orgasmo aun recorría mi cuerpo.



Me giré, lo miré y le dije:



- Cariño, es la mejor noche que he tenido nunca. Esto es inolvidable.

La primera vez con él en casa

Después de una jornada bastante intensa en la oficina, entre reuniones, comidas con los representantes internacionales y muchas llamadas de teléfono me moría de ganas por llegar a casa.


Según iba caminando me perdía en mis pensamientos y uno de ellos era la preocupación por saber cómo estaría Aarón. Llevaba en casa toda la semana después de tener una contractura en la espalda que lo dejó tirado en la cama. Los dolores eran intensos y tuve que darle algún que otro masaje para calmarle los dolores. Por este motivo no podíamos hacer el amor y cada día que pasaba y cada masaje que le daba hacía que mi excitación fuera in crescendo.



- Hola cariño, ¿cómo te encuentras hoy?

- Bien, gracias. Parece que el dolor esta desapareciendo pero aun tengo molestias.


“Vaya, hombre” pensé. Yo que quería quitarme estos calores.



Preparamos la cena y mientras charlábamos lo miraba con ojos de deseo pensando en lo que deseaba hacerle pero el pobre no parecía estar cómodo en la silla debido a los dolores. 



Nos reímos durante la cena recordando anécdotas del trabajo que yo le contaba y disfrutando de nuestra compañía.



Le vi moverse de nuevo incomodo en la silla, sin encontrar la postura adecuada, por lo que le dije:

- Amor, ¿te doy otro masaje?
- Uf, cariño, la verdad que lo agradecería muchísimo.


Me fui a la habitación y cogí la crema que tenemos para estos casos. Cuando volví hacia la cocina, Aaron ya estaba sin camiseta esperando por el masaje. “¡Ay madre!”  Dije para mis adentros y note como la temperatura subía por todo mi cuerpo  “Kindra, tranquila, esta con dolores, así que tranquilízate”, me tuve que decir de nuevo para mis adentros.



Unté mis dedos en la crema y se la comencé a aplicar por los hombros y los omóplatos. Cada vez que pasaba los dedos por las zonas doloridas, Aaron soltaba respiraciones hondas y por el alivio que estaba sintiendo. Ese alivio, sus movimientos y sus respiraciones estaban haciendo que mi temperatura subiera más y más y ya no solo era en todo el cuerpo. Se estaba localizando en mi entrepierna. Pasado un rato me dio las gracias y me dijo que ya era suficiente que prefería irse a la cama a descansar.



- Sin problema mi amor. Ve metiéndote en la cama que ahora voy yo.



Aaron a duras penas se fue andando hacia nuestro cuarto y yo me fui al baño. Cerré la puerta, abrí el agua fría y me refresqué la cara y la nuca. Levanté la mirada y me encontré a mi misma mirando al espejo. Me eché una sonrisa pícara y salí del baño. Entré en el cuarto y le dije:



- Amor, échate, relájate y cierra los ojos

Mientras él hacia lo que le había dicho comencé a quitarme la ropa. Una falda de tubo negra, que me llegaba hasta la cintura, una camisa blanca ceñida, las medias y mis tacones negros favoritos. 


Me metí en la cama solo con la ropa interior. Un tanga negro con bordados blancos y el sujetador a juego.



- ¿Estás relajado?

- Sí, bastante.
- Bueno, pues ahora te voy a relajar más. Tú no hagas nada, solo disfruta.


Me subí encima de él a horcajadas. Mientras iba inclinándome para besarle mi pelo tocó su pecho y note como se le puso la piel de gallina. Me acerqué a su cuello y le besé con deseo; lamiendo, succionando y acariciando cada parte él. Aaron respiraba entrecortado y su erección era más que notable para mí.



Seguí bajando por su cuerpo, arañando con mis uñas su torso y parándome en sus pezones que estaban firmes como soldados. Besaba su vientre y mis manos pasaron a sus muslos y a su entrepierna. Aaron estaba muy excitado. Muy suavemente acaricié sus testículos con un solo dedo, desde la base continuando por todo el tronco de su pene hasta llegar al glande. Allí fue cuando “oh cariño, que gusto” salió de la boca de Aaron. Sin pensármelo dos veces, saqué mi lengua y con la punta hacia círculos por todo el contorno de su glande. Eso le volvía loco. Seguí jugando, lamiendo por fuera su pene hasta que lo introduje entero en mi caliente boca. “oohh”, fue lo que dijo. El placer que estaba sintiendo no le permitía más palabras.



Seguí, arriba y abajo masajeando con mi mano y mi boca su pene. Verle disfrutar de esa manera estaba haciendo que mi tanga estuviera bastante mojada. Yo estaba también muy cachonda.



Continué y continué, hasta que terminó en mi boca. Su orgasmo, sus espasmos de placer y su respiración hicieron que mi excitación fuera prácticamente incontrolable.



Me levanté de la cama, lo besé y me fui de nuevo al baño. Rápidamente me quite el tanga, completamente empapado, y el sujetador. Encendí la ducha y me metí dentro.



Debajo del chorro caliente de agua que tocaba todo mi cuerpo, mis pezones si pusieron rígidos, con una mano los acaricie y con la otra me fui directa a darme placer. 



Mi dedo corazón jugaba con mi clítoris. Lo movía en círculos, pasaba mi dedo del clítoris a la entrada de mi vagina y volvía a subir. Me tocaba, estaba gozando. Incluso con el agua abierta notaba mi humedad. Seguía, me frotaba. Círculos, arriba y abajo me penetraba con mi dedo corazón. Me introduje el índice y el corazón para jugar con mi punto G mientras el pulgar daba placer a mi ya prominente clítoris. Seguía con la danza de mis dedos en mi sexo. Estaba gozando. ¡Me iba a correr, me iba a correr! “¡Ah, sí, joder!”. Tuve que ahogar mi grito de placer  contra mi antebrazo para que Aaron no me oyera. Mi vagina latía, estaba ardiente y muy mojada.



Salí de la ducha, me sequé y me fui a la cama muy relajada.



Fue la primera vez que me masturbé con él en casa.



Hace poco se lo confesé y se rió. Me dijo que la próxima vez que lo haga, me acerque a su oído y le diga susurrando:



- Me acabo de masturbar pensando en ti 


Viaje en tren

Cogí el tren de las 8:30 de la mañana hacia Alicante para poder pasar el fin de semana con mis amigos y mi familia.

Al entrar al vagón busque mi sitio y vi que me tocaba compartir viaje con una señora de unos 50 años bastante bien conservada y con mucha clase. Llevaba un vestido de licra negro de una sola pieza que le llegaba justo por encima de las rodillas y con un generoso escote.

Me senté y educadamente la saludé:
- Buenos días

Ella me miró con unos ojos grises muy grandes y penetrantes en los que si te quedabas mirando te podías perder y con una sonrisa perfecta me dio los buenos días y retiro el abrigo que ocupaba mi asiento.

La mujer tenía en su regazo un libro con bastantes páginas pero forrado con periódico por lo que no sabía qué tipo de literatura le gustaba. Esperaba que fuera algo interesante y no una novela romanticona de baja calidad. Por mi experiencia en viajes, la gente que lee ese tipo de novelas son insufribles en los transportes ya que intentan contarte lo bueno y maravilloso que es lo que están leyendo.
Abrió el libro y me dijo:

- Voy a seguir que está muy interesante.

Yo asentí y me puse los cascos del mp3.

El tren se puso en marcha. El movimiento del tren era bastante relajante y con la música que estaba escuchando empecé a quedarme un poco adormilado. Al cabo de un rato noté que el convoy se paraba y me desperté. Aun quedaba mucho.

Observé por la ventana el paisaje que pasaba rápido y disfrutaba de los colores de las montañas. Por el rabillo del ojo vi como la señora hacia una mueca como una sonrisa pícara y después se mordisqueó el labio inferior por un lado. ¿Estaba leyendo una novela erótica y se estaba excitando?  “No creo”, pensé. La curiosidad en ese momento me hizo que intentara echar un vistazo para ver si conseguía leer algo de los que ella estaba leyendo. ..“Me encontraba tan mojada que mi excitación hasta a punto de llevarme al orgasmo”. 
“¡Está leyendo una novela erótica!”, me sorprendí. Eché una sonrisa pensando, mira la señora como le va la marcha.

Continuamos el viaje y de cuando en cuando intentaba echar un vistazo para ver si leía algo más pero me resultaba difícil. Tampoco necesitaba leer mucho, la propia respiración de la señora me indicaba que estaba en un momento bastante caliente. Veía como su pecho subía y bajaba gracias al escote que llevaba y su cara empezó a colorearse por la excitación que estaba teniendo, parecía que iba a llegar al orgasmo. Emitió un gemido de placer y cerró el libro de golpe como intentando esconder el contenido del mismo. Puso las manos encima de la cubierta y me miró ruborizada.

- ¿Se encuentra bien, señora?
- Sí, sí, gracias. Es que… el libro… me asusté de la historia de miedo. Voy a ver si duermo y se me pasa el susto.
“Sí, sí, de miedo”, pensé.

A los diez minutos de quedarse dormida comenzó a respirar entrecortadamente y lamiéndose los labios para después morder el inferior. Bajó la mano del libro y empezó a acariciarse la pierna subiendo poco a poco su vestido. Yo no sabía qué hacer, si despertarla o esperar a ver como seguía. Realmente me estaba excitando ver como la mujer disfrutaba con su sueño.

Siguió subiendo hasta dejar al descubierto el encaje que tenían las medias en su parte de arriba. ¡Iba a masturbarse! Continuó su camino por la pierna hasta llegar a la ingle. Yo cada vez estaba más excitado.
Le miré la cara y seguía lamiéndose los labios y lanzando besos muy sensuales al aire. Bajo la mano hasta la rodilla y siguió acariciándose. Parecía que había acabado.

De repente puso su mano en mi rodilla y empezó a subir tal y como se lo estaba haciendo antes a ella misma. No sabía dónde meterme. 

Tal y como ella subía su mano por mi pierna mi erección también subía. Puso la mano por dentro de mi muslo y acariciaba y clavaba sus uñas en él mientras en su sueño balbuceaba “Me encantas, me calientas”. Llegó hasta mi entrepierna y comenzó a acariciar muy suavemente por encima de mi pantalón, yo no podía más. No sé como lo consiguió pero fue capaz de bajarme la cremallera pero lo hizo y metió primero dos dedos y acariciaba mi glande que estaba caliente y deseoso de sexo. Desabrochó el botón del pantalón y sacó mi pene por completo. Inmediatamente me tapé con la chaqueta. 

Cogió mi pene con su mano y empezó a masturbarme. Tenía una mano muy suave que hacía que la fricción fuera muy placentera. Yo al borde de la locura puse mi mano en su pierna y recorrí su muslo suave hasta llegar al elástico de su ropa interior. Al introducir un dedo dentro de sus bragas sus fluidos mojaron mi mano. Estaba muy caliente.

Yo con la chaqueta encima y ella con su vestido tapando mi mano comenzamos una masturbación en la que yo no podía gritar pero ella al estar dormida respiraba entrecortada y gemía sin ningún pudor.
Su clítoris rozaba la parte baja de mi mano mientras mis dedos se hundían en el mar de su sexo. Se movía en el asiento sin dejar de masturbarme.

Su humedad cada vez se hacía más fuerte y más caliente por lo que estaba seguro que no tardaría en llegar al orgasmo. Empecé a mover mi mano y mis dedos más rápido y ella hizo lo mismo. Metía dos dedos rápido, húmedos; con mi pulgar jugaba con su clítoris cada vez más sobresaliente. Giraba, movía arriba y abajo mi pulgar. Seguía y ella se movía levemente a delante y atrás para que la penetración de mis dedos fuera mayor. Aumenté el ritmo y ella su movimiento de vaivén en el asiento. Iba a llegar, estaba mojadísima, se mordía el labio, agarraba con su otra mano fuertemente el reposabrazos, se la podía oír decir “Sí, sí”, hasta que al final llegó. Se la veía exhausta pero eso no hizo que para en darme a mi placer. Siguió y siguió hasta que me corrí. Note que había manchado mi chaqueta pero no me importaba. Mientras me corría, ella acariciaba mi glande con su pulgar completamente lleno de semen.

Anunciaron la siguiente estación, ella se movió en el asiento y retiré rápidamente mi mano de su vagina y  la suya de mi pene para que no sospechara nada. Se desperezó, me miró, me sonrió y me pidió permiso para pasar “es mi parada” dijo. Retiré las piernas y ella pasó. Metió la mano en el bolso, sacó un pañuelo y se limpió la mano que tenía manchada de mi reciente orgasmo. Me miró de nuevo con esos ojos grises, se agachó y me dijo al oído: No veo la hora en volver a coger este tren. Me guiño el ojo y se fue con un gran contoneo que aun tengo grabado en mi mente.