La primera vez con él en casa

Después de una jornada bastante intensa en la oficina, entre reuniones, comidas con los representantes internacionales y muchas llamadas de teléfono me moría de ganas por llegar a casa.


Según iba caminando me perdía en mis pensamientos y uno de ellos era la preocupación por saber cómo estaría Aarón. Llevaba en casa toda la semana después de tener una contractura en la espalda que lo dejó tirado en la cama. Los dolores eran intensos y tuve que darle algún que otro masaje para calmarle los dolores. Por este motivo no podíamos hacer el amor y cada día que pasaba y cada masaje que le daba hacía que mi excitación fuera in crescendo.



- Hola cariño, ¿cómo te encuentras hoy?

- Bien, gracias. Parece que el dolor esta desapareciendo pero aun tengo molestias.


“Vaya, hombre” pensé. Yo que quería quitarme estos calores.



Preparamos la cena y mientras charlábamos lo miraba con ojos de deseo pensando en lo que deseaba hacerle pero el pobre no parecía estar cómodo en la silla debido a los dolores. 



Nos reímos durante la cena recordando anécdotas del trabajo que yo le contaba y disfrutando de nuestra compañía.



Le vi moverse de nuevo incomodo en la silla, sin encontrar la postura adecuada, por lo que le dije:

- Amor, ¿te doy otro masaje?
- Uf, cariño, la verdad que lo agradecería muchísimo.


Me fui a la habitación y cogí la crema que tenemos para estos casos. Cuando volví hacia la cocina, Aaron ya estaba sin camiseta esperando por el masaje. “¡Ay madre!”  Dije para mis adentros y note como la temperatura subía por todo mi cuerpo  “Kindra, tranquila, esta con dolores, así que tranquilízate”, me tuve que decir de nuevo para mis adentros.



Unté mis dedos en la crema y se la comencé a aplicar por los hombros y los omóplatos. Cada vez que pasaba los dedos por las zonas doloridas, Aaron soltaba respiraciones hondas y por el alivio que estaba sintiendo. Ese alivio, sus movimientos y sus respiraciones estaban haciendo que mi temperatura subiera más y más y ya no solo era en todo el cuerpo. Se estaba localizando en mi entrepierna. Pasado un rato me dio las gracias y me dijo que ya era suficiente que prefería irse a la cama a descansar.



- Sin problema mi amor. Ve metiéndote en la cama que ahora voy yo.



Aaron a duras penas se fue andando hacia nuestro cuarto y yo me fui al baño. Cerré la puerta, abrí el agua fría y me refresqué la cara y la nuca. Levanté la mirada y me encontré a mi misma mirando al espejo. Me eché una sonrisa pícara y salí del baño. Entré en el cuarto y le dije:



- Amor, échate, relájate y cierra los ojos

Mientras él hacia lo que le había dicho comencé a quitarme la ropa. Una falda de tubo negra, que me llegaba hasta la cintura, una camisa blanca ceñida, las medias y mis tacones negros favoritos. 


Me metí en la cama solo con la ropa interior. Un tanga negro con bordados blancos y el sujetador a juego.



- ¿Estás relajado?

- Sí, bastante.
- Bueno, pues ahora te voy a relajar más. Tú no hagas nada, solo disfruta.


Me subí encima de él a horcajadas. Mientras iba inclinándome para besarle mi pelo tocó su pecho y note como se le puso la piel de gallina. Me acerqué a su cuello y le besé con deseo; lamiendo, succionando y acariciando cada parte él. Aaron respiraba entrecortado y su erección era más que notable para mí.



Seguí bajando por su cuerpo, arañando con mis uñas su torso y parándome en sus pezones que estaban firmes como soldados. Besaba su vientre y mis manos pasaron a sus muslos y a su entrepierna. Aaron estaba muy excitado. Muy suavemente acaricié sus testículos con un solo dedo, desde la base continuando por todo el tronco de su pene hasta llegar al glande. Allí fue cuando “oh cariño, que gusto” salió de la boca de Aaron. Sin pensármelo dos veces, saqué mi lengua y con la punta hacia círculos por todo el contorno de su glande. Eso le volvía loco. Seguí jugando, lamiendo por fuera su pene hasta que lo introduje entero en mi caliente boca. “oohh”, fue lo que dijo. El placer que estaba sintiendo no le permitía más palabras.



Seguí, arriba y abajo masajeando con mi mano y mi boca su pene. Verle disfrutar de esa manera estaba haciendo que mi tanga estuviera bastante mojada. Yo estaba también muy cachonda.



Continué y continué, hasta que terminó en mi boca. Su orgasmo, sus espasmos de placer y su respiración hicieron que mi excitación fuera prácticamente incontrolable.



Me levanté de la cama, lo besé y me fui de nuevo al baño. Rápidamente me quite el tanga, completamente empapado, y el sujetador. Encendí la ducha y me metí dentro.



Debajo del chorro caliente de agua que tocaba todo mi cuerpo, mis pezones si pusieron rígidos, con una mano los acaricie y con la otra me fui directa a darme placer. 



Mi dedo corazón jugaba con mi clítoris. Lo movía en círculos, pasaba mi dedo del clítoris a la entrada de mi vagina y volvía a subir. Me tocaba, estaba gozando. Incluso con el agua abierta notaba mi humedad. Seguía, me frotaba. Círculos, arriba y abajo me penetraba con mi dedo corazón. Me introduje el índice y el corazón para jugar con mi punto G mientras el pulgar daba placer a mi ya prominente clítoris. Seguía con la danza de mis dedos en mi sexo. Estaba gozando. ¡Me iba a correr, me iba a correr! “¡Ah, sí, joder!”. Tuve que ahogar mi grito de placer  contra mi antebrazo para que Aaron no me oyera. Mi vagina latía, estaba ardiente y muy mojada.



Salí de la ducha, me sequé y me fui a la cama muy relajada.



Fue la primera vez que me masturbé con él en casa.



Hace poco se lo confesé y se rió. Me dijo que la próxima vez que lo haga, me acerque a su oído y le diga susurrando:



- Me acabo de masturbar pensando en ti 


Viaje en tren

Cogí el tren de las 8:30 de la mañana hacia Alicante para poder pasar el fin de semana con mis amigos y mi familia.

Al entrar al vagón busque mi sitio y vi que me tocaba compartir viaje con una señora de unos 50 años bastante bien conservada y con mucha clase. Llevaba un vestido de licra negro de una sola pieza que le llegaba justo por encima de las rodillas y con un generoso escote.

Me senté y educadamente la saludé:
- Buenos días

Ella me miró con unos ojos grises muy grandes y penetrantes en los que si te quedabas mirando te podías perder y con una sonrisa perfecta me dio los buenos días y retiro el abrigo que ocupaba mi asiento.

La mujer tenía en su regazo un libro con bastantes páginas pero forrado con periódico por lo que no sabía qué tipo de literatura le gustaba. Esperaba que fuera algo interesante y no una novela romanticona de baja calidad. Por mi experiencia en viajes, la gente que lee ese tipo de novelas son insufribles en los transportes ya que intentan contarte lo bueno y maravilloso que es lo que están leyendo.
Abrió el libro y me dijo:

- Voy a seguir que está muy interesante.

Yo asentí y me puse los cascos del mp3.

El tren se puso en marcha. El movimiento del tren era bastante relajante y con la música que estaba escuchando empecé a quedarme un poco adormilado. Al cabo de un rato noté que el convoy se paraba y me desperté. Aun quedaba mucho.

Observé por la ventana el paisaje que pasaba rápido y disfrutaba de los colores de las montañas. Por el rabillo del ojo vi como la señora hacia una mueca como una sonrisa pícara y después se mordisqueó el labio inferior por un lado. ¿Estaba leyendo una novela erótica y se estaba excitando?  “No creo”, pensé. La curiosidad en ese momento me hizo que intentara echar un vistazo para ver si conseguía leer algo de los que ella estaba leyendo. ..“Me encontraba tan mojada que mi excitación hasta a punto de llevarme al orgasmo”. 
“¡Está leyendo una novela erótica!”, me sorprendí. Eché una sonrisa pensando, mira la señora como le va la marcha.

Continuamos el viaje y de cuando en cuando intentaba echar un vistazo para ver si leía algo más pero me resultaba difícil. Tampoco necesitaba leer mucho, la propia respiración de la señora me indicaba que estaba en un momento bastante caliente. Veía como su pecho subía y bajaba gracias al escote que llevaba y su cara empezó a colorearse por la excitación que estaba teniendo, parecía que iba a llegar al orgasmo. Emitió un gemido de placer y cerró el libro de golpe como intentando esconder el contenido del mismo. Puso las manos encima de la cubierta y me miró ruborizada.

- ¿Se encuentra bien, señora?
- Sí, sí, gracias. Es que… el libro… me asusté de la historia de miedo. Voy a ver si duermo y se me pasa el susto.
“Sí, sí, de miedo”, pensé.

A los diez minutos de quedarse dormida comenzó a respirar entrecortadamente y lamiéndose los labios para después morder el inferior. Bajó la mano del libro y empezó a acariciarse la pierna subiendo poco a poco su vestido. Yo no sabía qué hacer, si despertarla o esperar a ver como seguía. Realmente me estaba excitando ver como la mujer disfrutaba con su sueño.

Siguió subiendo hasta dejar al descubierto el encaje que tenían las medias en su parte de arriba. ¡Iba a masturbarse! Continuó su camino por la pierna hasta llegar a la ingle. Yo cada vez estaba más excitado.
Le miré la cara y seguía lamiéndose los labios y lanzando besos muy sensuales al aire. Bajo la mano hasta la rodilla y siguió acariciándose. Parecía que había acabado.

De repente puso su mano en mi rodilla y empezó a subir tal y como se lo estaba haciendo antes a ella misma. No sabía dónde meterme. 

Tal y como ella subía su mano por mi pierna mi erección también subía. Puso la mano por dentro de mi muslo y acariciaba y clavaba sus uñas en él mientras en su sueño balbuceaba “Me encantas, me calientas”. Llegó hasta mi entrepierna y comenzó a acariciar muy suavemente por encima de mi pantalón, yo no podía más. No sé como lo consiguió pero fue capaz de bajarme la cremallera pero lo hizo y metió primero dos dedos y acariciaba mi glande que estaba caliente y deseoso de sexo. Desabrochó el botón del pantalón y sacó mi pene por completo. Inmediatamente me tapé con la chaqueta. 

Cogió mi pene con su mano y empezó a masturbarme. Tenía una mano muy suave que hacía que la fricción fuera muy placentera. Yo al borde de la locura puse mi mano en su pierna y recorrí su muslo suave hasta llegar al elástico de su ropa interior. Al introducir un dedo dentro de sus bragas sus fluidos mojaron mi mano. Estaba muy caliente.

Yo con la chaqueta encima y ella con su vestido tapando mi mano comenzamos una masturbación en la que yo no podía gritar pero ella al estar dormida respiraba entrecortada y gemía sin ningún pudor.
Su clítoris rozaba la parte baja de mi mano mientras mis dedos se hundían en el mar de su sexo. Se movía en el asiento sin dejar de masturbarme.

Su humedad cada vez se hacía más fuerte y más caliente por lo que estaba seguro que no tardaría en llegar al orgasmo. Empecé a mover mi mano y mis dedos más rápido y ella hizo lo mismo. Metía dos dedos rápido, húmedos; con mi pulgar jugaba con su clítoris cada vez más sobresaliente. Giraba, movía arriba y abajo mi pulgar. Seguía y ella se movía levemente a delante y atrás para que la penetración de mis dedos fuera mayor. Aumenté el ritmo y ella su movimiento de vaivén en el asiento. Iba a llegar, estaba mojadísima, se mordía el labio, agarraba con su otra mano fuertemente el reposabrazos, se la podía oír decir “Sí, sí”, hasta que al final llegó. Se la veía exhausta pero eso no hizo que para en darme a mi placer. Siguió y siguió hasta que me corrí. Note que había manchado mi chaqueta pero no me importaba. Mientras me corría, ella acariciaba mi glande con su pulgar completamente lleno de semen.

Anunciaron la siguiente estación, ella se movió en el asiento y retiré rápidamente mi mano de su vagina y  la suya de mi pene para que no sospechara nada. Se desperezó, me miró, me sonrió y me pidió permiso para pasar “es mi parada” dijo. Retiré las piernas y ella pasó. Metió la mano en el bolso, sacó un pañuelo y se limpió la mano que tenía manchada de mi reciente orgasmo. Me miró de nuevo con esos ojos grises, se agachó y me dijo al oído: No veo la hora en volver a coger este tren. Me guiño el ojo y se fue con un gran contoneo que aun tengo grabado en mi mente.

Sorpresa en casa

Después de una dura semana de trabajo por fin era viernes. Salí de la oficina y me dirigí hacia el supermercado que está cerca de mi casa para comprar algunas cosas para el fin de semana.

Al llegar al portal, miré hacia la ventana de mi piso y vi que la luz estaba apagada. 

   - Que raro, aun no ha llegado a casa.- Pensé

Le di al botón del ascensor  y presioné el numero de mi apartamento. Al abrirse la puerta del ascensor vi un reflejo, no era la luz del piso, era algo diferente. Abrí la puerta y el salón solo estaba iluminado por cuatro velas y sonaba en los altavoces del ordenador una canción que me encanta.

Justo al lado de las velas había un papel escrito a mano y un antifaz. El papel tenía escrito:
  1. Di " Hola, estoy aquí"
  2. Deja todo lo que traes
  3. Quítate toda la ropa menos el sujetador y las bragas.
  4. Ponte el antifaz
  5. Di "Lista"
  6. Espera por mí. Yo vendré a buscarte.
Hice todo lo que ponía en el papel y segundos después él se acercó a mí por detrás. Me acarició suavemente los brazos mientras me quitaba el reloj y los anillos que llevaba y al mismo tiempo me besaba en el cuello. Al terminar de quitarme todo, deslizó sus manos por mi vientre y cuidadosamente levantó el elástico del tanga que llevaba para acariciar la delgada linea de vello que tengo, lo cual hizo que me estremeciera.

Comencé a andar con el antifaz en los ojos, sin ver absolutamente nada, guiada por él. Llegamos al dormitorio, me acercó a la cama y me dijo que me echara en el medio. Completamente a ciegas no sabia lo que iba a pasar. 

Me separó un poco las piernas y empezó a acariciarlas y a besarlas. Continuó subiendo, me lamió las ingles y rozó mi ya humedecido sexo. Pasó por mi tripa y me acariciaba. Notaba que mi piel se erizaba y me daba mucho placer. Me besó en el cuello y rozó con su boca mis labios. Le buscaba pero no le encontraba. Empezó a bajar otra vez por mi cuerpo y me quitó el sujetador dejando al aire mis pezones duros y erectos. Después me quitó el tanga. Completamente desnuda y sin poder ver, noté su respiración en mis labios exteriores y pasó su lengua por mi clítoris. Estaba muy cachonda. Dejó de tocarme. ¿Donde está?

A los pocos segundos me cogió un tobillo y noté que anudó algo en él. Me cogió el otro e hizo lo mismo. Estaba indefensa, con las piernas atadas y sin ver nada. La falta de libertad y de visión hacia que mis sentidos y mi lívido aumentaran. Volvió a desaparecer.

Algo me tocaba, me acariciaba. Era un pequeño látigo de 5 fustas que tenemos. Lo pasaba por encima de mis brazos y mi cuerpo. Mis pezones querían salirse de mi cuerpo, tenía toda la piel de gallina. Con el látigo fue hasta mis manos, agarró mi muñeca y también anudo algo a ella. Se fue hacia la otra mano e hizo lo mismo. Estaba atada a la cama. Era la primera vez que hacia eso pero me estaba gustando mucho.

Oí como se desnudaba. Noté el calor de su cuerpo encima mí. Notaba su pene acercándose y rozando mi vagina completamente mojada. Me besaba el cuello, rozaba de nuevo mi boca, lamia mis pezones, besaba mi barriga, acariciaba mis ingles y tocaba mi clítoris con sus dedos. ¿Eran sus dedos?

Algo tocaba mi clítoris pero me di cuenta que no eran sus dedos. Estaba mojado, duro y suave. Acercó su mano a la mía y me dio un pequeño mando. Era un vibrador con mando a distancia. Estaba lubricado aunque no hacia falta por lo mojada que me encontraba.

Jugaba con el vibrador, lo subía y lo bajaba hasta encontrar el agujero de mi vagina. Lo introdujo suavemente hasta meterlo completamente. Yo activé el mando y el pequeño aparato empezó a vibrar. Cuando el vibrador comenzó a moverse, él empezó a besarme y lamer mi vagina, mis labios, mi clítoris. Hacia círculos con sus dedos y su lengua para excitar aun más si cabía mi sexo. Yo le daba a las diferentes velocidades del vibrador. Me encorvaba, gozaba, gemía de placer. Su lengua. Su lengua, junto al pequeño juguete hacían que estuviera a punto del orgasmo.

Sacó el vibrador de mi vagina completamente mojado y lo puso en la base del clítoris. ¡Iba a correrme, iba a correrme! Yo le daba compulsivamente al mando para cambiara de velocidades, estaba a punto. ¡Ahí, ahí!, le dije. ¡Oh, oh, sí, sí! Y el mejor de los placeres llegó. Un orgasmo enorme, húmedo, agotador. Notaba como latía mi vagina, estaba exhausta pero quería más.

Él subió rápidamente hacia mi boca y me besó muy apasionado. Al mismo tiempo que me besaba metió su pene sin ninguna resistencia por mi parte. Estaba dilatada, caliente, mojada. Empujó fuerte y llegó hasta el fondo. Él sabe que si toca el fondo el orgasmo llega en cuestión de segundos. Volvió a empujar, continuaba entrando y saliendo, fuerte, rápido. Le agarraba fuerte por la espalda, yo gemía de muchísimo placer, iba a llegar de nuevo. ¡Sí, aquí viene de nuevo. Otro orgasmo! ¡Sí, sí!¡Oh, sí, joder! Y al mismo tiempo llegó él. Llegamos los dos al mismo tiempo. Notábamos nuestros sexos latiendo fuerte, con la piel completamente sensible al tacto por el placer que acabábamos de sentir.

Fue fantástico. Me muero de ganas por la siguiente sorpresa.

;-)

P.D: Hecho real ocurrido hace unos días. ;-)

La sesión de fotos.

- Chicos, muchas gracias por venir a mi cumpleaños. La verdad lo agradezco un montón. Con amigos así una se siente muy feliz.
- Venga mujer, no te pongas sentimental y sécate esas lagrimitas. Toma, un regalo de parte de todos.
- ¿Qué es?
- Tú ábrelo, no seas preguntona.


Con las manos temblorosas y la mirada un poco borrosa por las lágrimas, abrí el sobre que mis mejores amigos me acababan de entregar. Dentro del sobre había un papel de tacto sedoso, de color plateado en el que se podía leer:

“Vale por una sesión de fotografía erótica en el estudio de fotografía de Erika Enovic”
- Eh…, no sé qué decir. Esto me parece demasiado. Además, no sé qué erotismo va a sacar Erika de este cuerpo.


Erika Enovic era una de las mejores fotógrafas de lencería y fotografía erótica europeas. Hacía unos dos meses que había ido a una exposición suya y todas las fotos, sin excepción, eran excelentes. Me quedaba mirando a las modelos y me imaginaba a mi misma en ellas.



- Pues primero, lo único que tienes que decir es gracias y segundo, que te calles, cojas el vale y lo disfrutes. ¡Ah, eso sí! Después nos las tienes que enseñar.

- Ok, os lo prometo.


Cuando todos mis amigos se fueron después de la fiesta me quedé sentada en el borde de mi cama mirando el vale y pensando si merecería la pena ir. Una chica como yo, con unos cuantos kilos de más, recién salida de una depresión eterna y con más de un complejo, seguramente no saldría ni medianamente bien en una sesión de ese tipo.



Me levante de la cama con el vale en la mano y me dirigí al baño. Me miré al espejo, me lavé la cara, respiré hondo y lo tiré a una pequeña cesta para basura.



Me fui a la cama llorando.



Por la mañana, abrí los ojos, miré al techo y me dije a mi misma que no podía permitir que la depresión volviera ni medio segundo. Me levanté rápido, me fui al baño y cogí de nuevo el vale. Fui decidida hacia el salón, busqué mi bolso y cogí el móvil.



- Hola, buenos días, ¿es el estudio de Erika Enovic?

- Sí, dime, yo soy Erika.
- Señorita Enovic teng...– me cortó inmediatamente.-
- Por favor, querida llámame Erika, que no soy tan mayor.
- Perdón, Erika, tengo un vale para una sesión de fotografía erótica y me gustaría saber cuándo podría ir.
- Ah, muy bien. Pues si quieres puedes venir esta tarde sobre las 4 que acabo de tener una cancelación.
- Ah, pues…sí… Vale, esta tarde me paso. ¿tengo que llevar algo?
- Pues si tienes algún tipo de lencería sexy y te la quieres traer puedes. Si no, yo tengo aquí vestuario.
- Vale. Muchas gracias Erika.
- A ti. Te veo por la tarde.


Solté el teléfono y me puse a buscar en los cajones mis mejores conjuntos. Seleccioné dos conjuntos, uno negro con bordados muy finos plateados con una bata a juego y otro rojo con un culote, que me quedaba bastante bien. Cuando iba a cerrar el último cajón encontré una braga que me había regalado una amiga hace años que estaba abierta justo por el pubis. No era ninguna maravilla pero decidí cogerla.



Llegué al portal del estudio de Erika. Un piso en el centro de Madrid en un edificio antiguo pero muy bien conservado. Llamé al portero automático y me abrió. Subí al ascensor y pulse el 5º. Al llegar a la planta podía oír una música que venía desde el piso de Erika. Algo nerviosa llamé a la puerta.



- Hola, ¿Erika? Soy Marta, que te llamé esta mañana.

- Sí, sí, claro, pasa. Te estaba esperando.


Al entrar en el piso me cogió del brazo como si fuésemos amigas de toda la vida y eso me tranquilizó. Me fue enseñando el piso hasta que llegamos a la parte del estudio.



El estudio estaba dividido en dos escenarios. Uno con una cama preciosa con cabecero de forja y unos cojines enormes con formas en blanco y negro y el otro escenario era un sofá de piel con capitoné, boas de plumas y un empapelado en la pared morado muy oscuro con formas también negras. Estaba fascinado por esos escenarios.



- Querida, ¿quieres una copa de vino antes de empezar?

- Sí, gracias.


Nos sentamos en unos sofás tomando las copas de vino y mientras charlábamos le iba enseñando lo que había traído. Le gustaron bastante, incluso las bragas que estaban abiertas por abajo, dijo que esas podían dar mucho juego.



- Muy bien, pues empecemos. Vete detrás de ese biombo y te puedes cambiar.



Salí con el conjunto negro y el bordado plateado.



- Genial. Estás preciosa. A ver, coge una boa roja del sofá y súbete a la cama. Ponte cómoda y muévete a tu gusto.



Hice lo que Erika me había dicho. Me subí a la cama y me movía tímida, con la bata cerrada y sin dar juego a la boa. No sabía qué hacer.



Entonces Erika se acercó a mi me miró a los ojos y me dijo:



-No importa que tengas kilos de más. Eres sexy. Eres sensual. Eres una modelo. Pierde la vergüenza, el miedo y déjate llevar.



Hacía mucho tiempo que nadie, aparte de mis amigos, me daba tanta fuerza. Así que cerré los ojos, respiré profundamente y me dispuse a posar.



Comencé de rodillas en la cama, pasándome la mano por mi estomago y agarrándome un pecho por debajo. Me abría la bata. Miraba sensual a la cámara. Erika en cada movimiento me felicitaba y me decía que siguiera así. Me quité la bata. Seguía acariciándome a mí misma. Metía la mano por mis bragas. Las deslizaba un poco dejando entrever mi recién depilado pubis. Cuando Erika me vio así me dijo:



- ¿Por qué no te vas quitando la ropa?



Me sonrojé un poco pero estaba dispuesta. Ella continuó disparando su cámara y yo mientras me iba desabrochando el sujetador.



Con mis pechos al aire seguía moviéndome por la cama. Me los agarraba fuerte. Me pellizcaba los pezones. Me acariciaba. Llevé una mano a mi boca para lamer mi dedo índice y la otra la deslicé de nuevo por debajo de mis bragas para después quitármelas. Cuando metí la mano me di cuenta que estaba muy mojada. Me había excitado y no me había dado cuenta. Me quedé parada y completamente colorada.



- ¿Te pasa algo, querida?

- No, no, nada. – respondí rápido -. ¿Te parece si me cambio de ropa?
- Sí, como tú quieras. Como estés más cómoda. ¿Te puedo sugerir algo? Ponte esas bragas abiertas por debajo y nada más. ¿De acuerdo?
- Ok, de acuerdo.


Salí de detrás del biombo solo con esas bragas. Entonces Erika me señaló el sofá y me dirigí hacía él.



Me senté con las piernas cruzadas y las comencé abrir según Erika sacaba fotos. Extendí mis brazos y puse mis manos sobre las rodillas tirando de mis piernas hacia afuera quedando completamente abiertas, encorvando mi cuerpo para atrás. Me sentía muy sexy.



Me acosté bocabajo en el sofá, subiendo las piernas, pase mi mano por el elástico de la braga y lo bajé un poco para dejar mi culo ligeramente al descubierto. Erika se desplazó y empezó a sacar fotos desde mis pies. Aun bocabajo miraba hacia la cámara que tenía detrás de mí. Jugaba con mis piernas, las subía y las bajaba. Entonces Erika me dijo:



- Espera querida, déjame que te coloque el elástico de las bragas alrededor de los labios.



Suavemente cogió uno de ellos y los puso por fuera de uno de mis labios exteriores. Sus manos eran tan suaves y calientes, que al estar colocándome las bragas me estaba excitando. Cogió el otro elástico e hizo lo mismo. Al tocarme de nuevo tuve que hundir mi cara en el sofá para acallar un gemido de placer. Para asegurarse que mis labios quedaban visibles para poder fotografiarlos, pasó por ellos con dos dedos al mismo tiempo y ahí no pude aguantarlo.



- ¡Aaahh! – gemí de placer.



Me sonrojé como nunca. Miré a Erika y le pedí perdón. A lo que ella me respondió:



- No te preocupes querida. Disfruta.



Y esta vez pasó su dedo a lo largo de mi vagina extendiendo mis fluidos por ella, hasta llegar al clítoris. Yo nunca había tenido una relación lésbica pero esto me estaba encantando.



Erika continuó acariciando mi clítoris y masajeando mi culo al mismo tiempo hasta que me dijo que me diera la vuelta. Le hice caso sin rechistar.



Bocarriba metió su dedo corazón hasta el fondo y con su pulgar hacia círculos en mi clítoris. Esto me estaba llevando a un orgasmo. Continuó masturbándome, subió la otra mano y toco mis pechos. Pellizcaba mis pezones. Yo jadeaba. Sacaba la lengua y me mojaba los labios, me los mordía. Ella continuaba masturbándome, hasta que me dijo:



- Y ahora el orgasmo final.



Metió otro dedo y masajeó mi clítoris como nadie, ni yo misma, lo había hecho jamás. Llegué a un orgasmo explosivo. Me temblaba todo el cuerpo. Estaba extasiada de placer.



Me quedé mirando a Erika, sin saber que decir.



- Querida, en dos días tienes las fotos.



Me levanté del sofá con las piernas completamente débiles. Me fui detrás del biombo y me cambié.



Me quité las bragas, me refresqué la cara en un grifo que había allí y me salpiqué agua fresca en las piernas para recuperarlas. Me puse las bragas que había traído puestas y al subírmelas notaba que estaba muy húmeda. Mi vagina aun seguía palpitando.



Salí de detrás del biombo. Erika me cogió del brazo, tal y como había hecho cuando llegué a su piso y me acompaño a la puerta.



Abrí la puerta para irme y me dijo:



- Querida, ¿no me das dos besos de despedida?



Estaba tan en shock que ni me había dado cuenta.



- Ah, sí, perdona.



Cuando Erika se acercó a mí para darme un beso en la mejilla mi instinto hizo que la besara en la boca.



Fue un beso, húmedo, caliente, excitante. Notaba latir mi vagina de nuevo.



- Adiós.



Dos días después recogí las fotos. Estaban estupendas.



Dentro de dos meses tengo otra sesión de fotos con ella.



;-)

El camarero y la señora

- ¡Adiós mama! Me voy a la universidad y después a trabajar al hotel Universal, que hay una recepción para no sé qué embajador.
- ¡Adiós hijo!


Y así prácticamente empiezan todos mis viernes de este año. Voy a la universidad y después a trabajar de camarero en actos de alto estanding. La verdad no está mal, conozco gente y me da para pagar mis vicios y mi ropa.



Al llegar a la universidad me encontré con una chica de la que llevo colgado todo el año. Rubia, piernas largas, pecho prominente y una sonrisa de anuncio de televisión que le quita a uno hipo. Pero sé que está bastante fuera de mi alcance. De hecho solo he hablado con ella en mis noches masturbatorias.



Al acabar las interminables clases me dirijo al parking, cojo mi moto, la vuelvo a ver a ella y le digo un tipo adiós. Ella me corresponde con una sonrisa y un adiós dulce. Esto hace que todo el cansancio que tengo acumulado de las clases se vaya por completo.



Llego al hotel, me voy a los vestuarios, saludo a todos mis compañeros y compañeras, me cambio y vamos todos a una pequeña reunión con el jefe de camareros. Son ya las nueve y media de la noche.

Subimos a los salones y allí están todos los embajadores, ministros y demás gente importante tomando sus copas y esperando por la comida. Esta vez a mi me toca llevar una gran bandeja con tostas repletas de camarones.


Me paseo por el gran salón con la bandeja y la gente me va parando para ir cogiendo las tostas.

En un momento la voz de una mujer me llama: - ¡Mozo, por favor, aquí! -. Me giro y veo a una mujer impresionante de casi 50 años, con una larga melena rubia, piernas eternas y esbeltas, ojos tan azules que duelen hasta mirarlos y un escote bastante pronunciado. Me dirijo a ella completamente alucinado de lo que estoy viendo e intentado esconder la erección que acaba de tener al verla.


Cuando llegué hasta ella, descubro que a su lado está sentada la chica de la universidad. Ya sé de dónde sacó tanta belleza; de su madre. Al inclinarme con la bandeja mis ojos se movían rápidamente de sus pechos a sus ojos. Estaba completamente embobado. Cuando volví a erguirme de nuevo y darme la vuelta, la impresionante señora me soltó un pequeño pellizco en el culo. Me giré atónito. La miré y me soltó un guiño lleno de lujuria. Su hija la miraba sin dar crédito a lo que pasaba.



Después de unos paseos más con otras bandejas llegó la hora del cava.



Todos los camareros íbamos con bandejas repletas de copas finas llenas de cava. La gente iba cogiendo las que quería.



Me encontré de frente con la impresionante señora y al tiempo que cogía una copa con una mano, disimuladamente con la otra me tocó en la entrepierna y me dijo al oído: - Esto, me lo voy a comer de postre-. Casi se me cae la bandeja.



Cada vez que pasaba cerca de ella, me acariciaba el culo, me pasaba la mano por la entrepierna o me repetía que quería el postre ya. Yo estaba que no podía mas, ¡iba a explotar!, esa mujer me había puesto muy cachondo.



Cuando la fiesta estaba llegando a su fin, la mujer se acercó de nuevo a mí y me dijo al oído: - Habitación 1025, en 10 minutos-. Y me beso en el cuello de tal manera que casi llegué al orgasmo.



Baje a los vestuarios y me cambie tan rápido que hasta me puse la camiseta al revés.



Me dirigí al ascensor, presione el piso 10. El viaje en ascensor se me hizo eterno. Al final llegue a la 10ª planta. Busqué la habitación. Llame a la puerta y desde dentro oí a la mujer decir: - Pasa, está abierta.



Entré en la habitación y me encontré a la mujer con un camisón negro transparente,  un tanga de encaje a juego con el camisón y unos tacones de aguja impresionantes. Me miro, se acercó y me besó en la boca. Me entregó una copa de cava y me dijo: - Quítate todo y tírate en la cama. Esta noche no la vas a olvidar jamás-.  Me encontraba un poco desconcertado y lo único que se me ocurrió decir fue: - ¿Y su hija? -. A lo que ella me respondió: - Mi hija es una mojigata, igual que su padre y cuando te pellizque la primera vez se escandalizó y se fue -. No dije nada más, solo cogí la copa de cava y me la bebí de un trago.



La mujer se acercó a la cama y comenzó a acariciarme las piernas mientras con su cuerpo me rozaba los pies y hacia que su pechos tocaran mis dedos con los que podía notar como su pezones se ponían duros. Siguió subiendo sus manos por mis muslos hasta llegar a las ingles. Con un mano me cogió los testículos y con la otra empezó a masturbarme tocando suavemente con su pulgar mi glande. Esto me excitó más si cabe. Acercó su boca y con la lengua empezó a lamer desde la base de mi pene, subiendo y jugando con la lengua hasta que se introdujo por completo mi pene en su boca. Le dio una pequeña arcada, me miró y me dijo: - No esperaba que fuera tan grande. ¡Me encanta!-. Y volvió a comérselo por completo. Siguió y continuó jugando mientras se masturbaba también. Yo estaba a punto de correrme y le pedí que parara. Ella me miró con esos ojos azules, sonrió y se lo volvió a meter en la boca hasta que me corrí. Fue una explosión de placer que hacía mucho que no sentía.



Siguió masturbándome con la mano hasta que consiguió que volviera a tener una erección. Ahí fue cuando ella se desabrocho el tanga, lo tiró al suelo y se subió encima de mí. Estaba completamente mojada. Apretó hasta tenerme completamente dentro. Apoyo sus manos en mi pecho y empezó a moverse, ondulando su cuerpo. Sentía como mi pene acaricia todo el interior de su vagina. Era impresionante esa mujer. Se despojó de su camisón, me cogió las manos y las llevó hasta sus pechos. Eran firmes y tenía los pezones grandes, oscuros y duros. Me los metí en la boca y comencé a jugar con ellos. Ella gemía y pedía más y que la mordiera más fuerte.



Me besaba apasionadamente en el cuello. Me mordía las orejas y me decía lo mucho que le gustaba tenerme dentro. Los dos disfrutábamos mucho.



Se quitó de encima, se giró y se volvió a sentar encima de mí pero esta vez de espalda. Apoyó sus manos en mis piernas y empezó a moverse de nuevo. Me pedía que le azotara. - ¡Pégame, pégame fuerte! -. Comencé a darle azotes con la mano abierta y cada vez que la golpeaba más ella gemía y se movía más rápido. Era una mujer insaciable.



En un movimiento rápido paso su piernas hacia adelante y echó la cabeza hacia atrás para que le cogiera la rubia melena. La azotaba con una mano y tiraba de su pelo con la otra. Se movía arriba y abajo, gritando y gimiendo. Se movía y se movía hasta que llegó al orgasmo.



Se dio la vuelta, se sentó mirando hacia mí con las piernas a cada lado de mi cuerpo. Me cogió el pene, lo masturbó de nuevo y empezó a jugar con él y con su clítoris. Lo pasaba arriba y abajo en su vagina hasta que se lo introdujo de nuevo. Empujo fuerte y noté como tocaba el fondo de su vagina. Gritó de placer.



Me miró, se sentó encima, me abrazo y me beso. Un beso, húmedo, lujurioso. Al tiempo que jugaba con su lengua dentro de mi boca se movía para que la penetrara más profundo y me clavaba las uñas en la espalda. Nos seguíamos besando con gemidos ahogado. Notaba ella iba a llegar al orgasmo ya que estaba muy mojada. Empuje lo más fuerte que pude y los dos nos corrimos al unísono. Gritando, gimiendo. Estábamos exhaustos. Yo estaba destrozado.



La mujer se levantó, se fue al baño. Oí agua correr. Al poco salió. Perfectamente arreglada.

Se acercó a la cama de nuevo. Me arañó el pecho suavemente con las uñas. Me beso, se acerco a mi oído y me susurró:


- Te espero el año que viene.



¡Qué largo se me va a hacer el año!



;-)