La pareja (Microrrelato)
Se despedían en la puerta de embarque. Mientras sus labios se fusionaban en un beso húmedo, apasionado y caliente, sus mentes recordaban la noche de ayer.
Prepararon la cena pero sabían que era la última antes de decirse adiós y la dejaron en la mesa sin tocar. Se abrazaban y rápidamente se quitaron la ropa para poder saborearse besándose por todo el cuerpo. Estaban calientes, deseando poder entregarse mutuamente.
Juntaron sus caras en la almohada observándose hasta dormirse por completo.
La azafata anunció el vuelo. Se separaron. Se dijeron el último adiós recordando su última noche.
Furor en el supermercado
Tengo que confesar algo: Hoy me levanté bastante juguetona.
Eran las 10 de la mañana y sonó mi despertador. Me desperecé, salí de la cama y me puse mi camiseta preferida para estar en casa. Camino de la cocina me detuve delante del espejo que tengo en mitad del pasillo, me observé de arriba abajo, me miré a los ojos y me guiñé uno. Estaba sexy incluso cuando me acababa de levantar. La verdad no sé que me pasaba pero me encontraba con la autoestima por las nubes.
Ya en la cocina encendí la cafetera y mientras se hacia el café busqué en la nevera algo para desayunar. Mientras buscaba el frio de dentro hizo que mis pezones se erizaran y me diera un pequeño escalofrío por toda la espalda. Cogí un poco de fruta y un yogurt. Definitivamente tenía que ir al supermercado.
Mientras desayunaba mi mente empezaba a funcionar y solo se me ocurrían cosas pícaras que hacer durante el día. En serio, ¿qué me estaba pasando? La verdad no tenía ni idea pero me estaba gustando como mi mente estaba trabajando.
Terminé de desayunar, me di una ducha refrescante y me lavé los dientes. Salí del baño con solo una toalla en la cabeza y me fui a la habitación para ver que me ponía. Con las puertas de mi armario abiertas de par en par observaba toda la ropa que tengo. Repasando todo me preguntaba a mí misma “¿Cómoda o sexy?” y mi mente inmediatamente desechó la palabra cómoda. Sexy será entonces.
Elegí una minifalda de tablas de color negro que me llegaba justo dos centímetro por debajo de mi culo. Abrí el cajón de los calcetines y escogí unas medias blancas que se subían solo hasta las rodillas. Para la parte de arriba la selección se me antojaba muy sencilla, una camisa blanca desabotonada por arriba y por abajo para dejar a la vista mis escote y mi piercing del ombligo. Para rematar mi conjunto mis ojos se fueron directamente a unos maravillosos zapatos negros con un tacón de 15 cm que me había comprado hacía unas semanas. Completamente vestida me fui de nuevo para el baño para ponerme un poco de maquillaje. Me decanté por ponerme simplemente un poco de mascara de pestañas y nada más. Me retiré la toalla de la cabeza y dejé al aire mi melena ondulada, me puse un poco de espuma para darle brillo y ya estaba lista. Último vistazo en el espejo. Me pasé la lengua por los labios para darle un pelín de brillo y me lancé un beso. ¡Estaba espectacular!
Cogí papel y boli y fui anotando todo lo que necesitaba comprar. Metí las llaves del coche en el bolso y cerré la puerta.
Según bajaba por las escaleras me cruce con mi vecino del tercer piso. Le di los buenos días pero se quedó tan perplejo con mi conjunto que solo fue capaz de soltar un “uh”. Por el rabillo del ojo vi que seguía mirándome y se tropezó con uno de los escalones. ¡Casi se abre la cabeza, el pobre! Sé que no está bien pero me moría de risa mientras bajaba el resto de escalones. Parece que mi conjunto funciona.
Andando hasta mi coche era el centro de muchas miradas y de algún piropo. Alguno mejor que otro pero es lo que quería, provocar.
Puse en marcha mi Mini Cooper descapotable y enfilé la carretera hacia el área comercial de la ciudad. Con la música a todo volumen disfrutaba del viaje y del aire que acariciaba mi pelo. Una mano la llevaba en el volante y la otra la deslizaba suavemente por mis muslo con las uñas. Todo junto, el aire, la música y mis caricias aumentaban mi temperatura.

Llegué al aparcamiento, cerré el coche y cogí un carrito. Me fui directa a la entrada del supermercado con el mismo efecto que antes de subirme al coche. Todos los hombres me miraban.
Ya dentro del supermercado pasee por la sección de ropa que tienen mirando camisetas y algún pantalón, simplemente para hacer tiempo. Cogí una camiseta y me la puse por encima para ver que tal me quedaba. Me estaba mirando al espejo y vi pasar varias veces a un mismo hombre por detrás de mí. No dejaba de observarme. En una de las pasadas me dijo “Cómpratela, estas muy sexy con ella”. Me giré para darle las gracias pero se estaba alejando empujando su carro.
Continué de paseo por el supermercado mientras iba cogiendo algunas cosas que necesitaba. Me detuve delante de las conservas y buscaba mi marca de atún favorita cuando alguien se acerco a mi oído y me susurró “veo que no has comprado la camiseta”. Su cálido aliento en mi oreja y la sorpresa del momento hicieron que me sobresaltara. Miré hacia la derecha pero había desaparecido, gire la cabeza hacia la izquierda y allí estaba de nuevo empujando su carro. “Este tío quiere jugar, pues juguemos”
Tenía casi todo lo que necesitaba, solo me faltaba leche desnatada y un poco de fiambre.
En la sección de lácteos al tener esos grandes frigoríficos la baja temperatura hizo que se me pusiera la piel de gallina y mis pezones se endurecieron poniéndose completamente erectos, produciéndome una sensación muy agradable al rozar tan sensibles contra mi camisa. Extendí mi brazo para alcanzar el cartón de leche y de nuevo un susurro en mi oído “veo que tienes frio”. Esta vez fue distinto, al mismo tiempo que me susurró al oído pasó una mano por debajo de mi minifalda y acarició una de mis nalgas. Me pilló completamente desprevenida y fue una décima de segundo pero pude notar la delicadeza y fuerza de su mano al mismo tiempo. Esa sorpresa aceleró mi corazón y mi excitación pasó de cero a cien enseguida.
Con las piernas un poco temblorosas me fui directa a la charcutería para comprar algo de fiambre sin dejar de mirar en todas las direcciones intentando ver al hombre de los susurros. Llegué al mostrador pero había bastante gente, iban por el número 19 y yo acababa de coger el 52. No tenía mucha prisa pero la espera iba a ser larga.
Durante la espera me entretenía observando a la gente, sobre todo a los hombres, que hacían cola. Me los quedaba mirando fijamente hasta que ellos se fijaban en mí y me desnudaban y me comían con sus ojos. Yo sonreía de manera tímida y pícara pero dentro de mí el fuego crecía. Apoye los brazos en la barra del carrito dejando mi culo en pompa por lo que los hombres que pasaban por detrás se quedaban mirando. Llegue a escuchar un “Manolo, ¿se puede saber que estás mirando?” Era la causante de discusiones de matrimonios. Es una tontería pero me sentía poderosa. De repente, la misma mano de antes volvió a acariciar otra vez una de mis nalgas. Me incorporé rápido por el susto pero esta vez la mano seguía allí, no se había movido.
Giré la cabeza hacia la izquierda pero el hombre me susurraba en el oído derecho “estate quieta, no te muevas”, rápidamente la giré a la derecha y en mi oído izquierdo me decía con tono más firme “te dije que no te movieras”. Al mismo tiempo ya no era una mano si no las dos acariciando mis nalgas. Recliné mi cuerpo levemente hacia atrás y mi espalda rozó su pecho. No sabía cómo era su cara pero su pecho y sus manos me hacían suponer que estaba bien formado.
- Llevas toda la mañana jugando ¿verdad? – me dijo
- No, solo que me gusta sentirme sexy
- Ya, pues yo sí que voy a jugar contigo
Volvió a acercarse y repasó con su lengua el perfil de mi oreja. El calor de mi cuerpo era mayúsculo. Sus manos agarraron fuertemente mis nalgas y me acercó hacia su entrepierna. La dureza de sexo era palpable. Deslizó una mano por mis nalgas hasta tocar con su dedo corazón mis labios calientes y excitados.
- Parece que alguien ha salido sin ropa interior de casa, ¿eh?
A eso solo pude bajar la cabeza y ruborizarme un poco. Parecía que él estaba ganado el juego.
Sin dificultad de ningún tipo introdujo su dedo en mi vagina. Lo sacó de nuevo completamente mojado y esparció mis jugos por mis labios y mi clítoris. Yo, mientras, tuve que aferrarme fuertemente a la barra del carro para acallar un gemido de placer. Seguía jugando con mis labios y mi clítoris y no me resistí a echar la mano hacia atrás para tocar su entrepierna. Era grande, dura y se notaba caliente a través del pantalón. Poco a poco comencé a bajar la cremallera hasta poder meter la mano y comprobar la textura suave de la piel tersa de su pene.
- ¿Te gusta lo que has encontrado?
- Si.- le dije con un hilo de voz.
Ahora mismo estábamos empatados en el juego.
Él continuó jugando con mi sexo, metiendo y sacando sus dedos mientras yo le masturbaba. La cercanía de nuestros cuerpos hacia que lo que estaba pasando fuera prácticamente imperceptible por el resto de la gente. Introdujo dos dedos dentro de mí y cada vez que un número de la cola aumentaba el aumentaba su ritmo. Sentía como el calor subía por todo mi cuerpo y como mi humedad se deslizaba fuera de mí y empapaba su mano. Su pene latía, parecía que tenía un corazón propio era señal de que estaba llegando al orgasmo por lo que disminuí el ritmo. En vez de seguir moviendo mi mano acariciaba su frenillo con mi pulgar para tranquilizarlo un poco. Otro número más y su intensidad aumentó.
Seguí masturbándole pero ahora yo quería ganar. Tiré de su pene y lo saqué de los pantalones. Me frotaba contra él. Lo rozaba con mis nalgas para que se restregara contra mi culo. Me retiré rápido para que su pene cayera y se metiera entre mis piernas, notaba como su glande recorría mi perineo hasta besar mis labios. Moví mis piernas para que mis carnosos labios se abrieran y abrazaran la parte superior de su pene, esto hizo que él se tuviera que agarrar también a la barra del carro. Adelante y atrás, adelante y atrás, mi humedad bañaba por completo su miembro. No quería que me penetrara solo quería jugar con él. Otro número más y la intensidad de los movimientos aumentaba de nuevo y mi turno estaba a punto de llegar.
Frotándonos, ajenos al resto de la gente disfrutábamos de ese momento. Sentía que mi orgasmo iba a aparecer de un momento a otro. “Sí, sigue desconocido, sigue moviéndote. Continua excitándome, vamos haz que me corra aquí en público”. Otro número, y otro, estaba a punto de llegar. “Sí, lo siento, lo noto, va a llegar, va a llegar, sigue, más rápido, sí”
- Número 52, por favor
Tan rápido como el charcutero dijo mi número, mi amante de supermercado se retiró como si nada hubiera pasado y me susurro al oído “Otra vez será, preciosa”.
Me giré para ver su rostro pero solo conseguí verle como las otras veces, empujando su carro.
Eran las 10 de la mañana y sonó mi despertador. Me desperecé, salí de la cama y me puse mi camiseta preferida para estar en casa. Camino de la cocina me detuve delante del espejo que tengo en mitad del pasillo, me observé de arriba abajo, me miré a los ojos y me guiñé uno. Estaba sexy incluso cuando me acababa de levantar. La verdad no sé que me pasaba pero me encontraba con la autoestima por las nubes.
Ya en la cocina encendí la cafetera y mientras se hacia el café busqué en la nevera algo para desayunar. Mientras buscaba el frio de dentro hizo que mis pezones se erizaran y me diera un pequeño escalofrío por toda la espalda. Cogí un poco de fruta y un yogurt. Definitivamente tenía que ir al supermercado.
Mientras desayunaba mi mente empezaba a funcionar y solo se me ocurrían cosas pícaras que hacer durante el día. En serio, ¿qué me estaba pasando? La verdad no tenía ni idea pero me estaba gustando como mi mente estaba trabajando.
Terminé de desayunar, me di una ducha refrescante y me lavé los dientes. Salí del baño con solo una toalla en la cabeza y me fui a la habitación para ver que me ponía. Con las puertas de mi armario abiertas de par en par observaba toda la ropa que tengo. Repasando todo me preguntaba a mí misma “¿Cómoda o sexy?” y mi mente inmediatamente desechó la palabra cómoda. Sexy será entonces.
Elegí una minifalda de tablas de color negro que me llegaba justo dos centímetro por debajo de mi culo. Abrí el cajón de los calcetines y escogí unas medias blancas que se subían solo hasta las rodillas. Para la parte de arriba la selección se me antojaba muy sencilla, una camisa blanca desabotonada por arriba y por abajo para dejar a la vista mis escote y mi piercing del ombligo. Para rematar mi conjunto mis ojos se fueron directamente a unos maravillosos zapatos negros con un tacón de 15 cm que me había comprado hacía unas semanas. Completamente vestida me fui de nuevo para el baño para ponerme un poco de maquillaje. Me decanté por ponerme simplemente un poco de mascara de pestañas y nada más. Me retiré la toalla de la cabeza y dejé al aire mi melena ondulada, me puse un poco de espuma para darle brillo y ya estaba lista. Último vistazo en el espejo. Me pasé la lengua por los labios para darle un pelín de brillo y me lancé un beso. ¡Estaba espectacular!
Cogí papel y boli y fui anotando todo lo que necesitaba comprar. Metí las llaves del coche en el bolso y cerré la puerta.
Según bajaba por las escaleras me cruce con mi vecino del tercer piso. Le di los buenos días pero se quedó tan perplejo con mi conjunto que solo fue capaz de soltar un “uh”. Por el rabillo del ojo vi que seguía mirándome y se tropezó con uno de los escalones. ¡Casi se abre la cabeza, el pobre! Sé que no está bien pero me moría de risa mientras bajaba el resto de escalones. Parece que mi conjunto funciona.
Andando hasta mi coche era el centro de muchas miradas y de algún piropo. Alguno mejor que otro pero es lo que quería, provocar.
Puse en marcha mi Mini Cooper descapotable y enfilé la carretera hacia el área comercial de la ciudad. Con la música a todo volumen disfrutaba del viaje y del aire que acariciaba mi pelo. Una mano la llevaba en el volante y la otra la deslizaba suavemente por mis muslo con las uñas. Todo junto, el aire, la música y mis caricias aumentaban mi temperatura.
Llegué al aparcamiento, cerré el coche y cogí un carrito. Me fui directa a la entrada del supermercado con el mismo efecto que antes de subirme al coche. Todos los hombres me miraban.
Ya dentro del supermercado pasee por la sección de ropa que tienen mirando camisetas y algún pantalón, simplemente para hacer tiempo. Cogí una camiseta y me la puse por encima para ver que tal me quedaba. Me estaba mirando al espejo y vi pasar varias veces a un mismo hombre por detrás de mí. No dejaba de observarme. En una de las pasadas me dijo “Cómpratela, estas muy sexy con ella”. Me giré para darle las gracias pero se estaba alejando empujando su carro.
Continué de paseo por el supermercado mientras iba cogiendo algunas cosas que necesitaba. Me detuve delante de las conservas y buscaba mi marca de atún favorita cuando alguien se acerco a mi oído y me susurró “veo que no has comprado la camiseta”. Su cálido aliento en mi oreja y la sorpresa del momento hicieron que me sobresaltara. Miré hacia la derecha pero había desaparecido, gire la cabeza hacia la izquierda y allí estaba de nuevo empujando su carro. “Este tío quiere jugar, pues juguemos”
Tenía casi todo lo que necesitaba, solo me faltaba leche desnatada y un poco de fiambre.
En la sección de lácteos al tener esos grandes frigoríficos la baja temperatura hizo que se me pusiera la piel de gallina y mis pezones se endurecieron poniéndose completamente erectos, produciéndome una sensación muy agradable al rozar tan sensibles contra mi camisa. Extendí mi brazo para alcanzar el cartón de leche y de nuevo un susurro en mi oído “veo que tienes frio”. Esta vez fue distinto, al mismo tiempo que me susurró al oído pasó una mano por debajo de mi minifalda y acarició una de mis nalgas. Me pilló completamente desprevenida y fue una décima de segundo pero pude notar la delicadeza y fuerza de su mano al mismo tiempo. Esa sorpresa aceleró mi corazón y mi excitación pasó de cero a cien enseguida.
Con las piernas un poco temblorosas me fui directa a la charcutería para comprar algo de fiambre sin dejar de mirar en todas las direcciones intentando ver al hombre de los susurros. Llegué al mostrador pero había bastante gente, iban por el número 19 y yo acababa de coger el 52. No tenía mucha prisa pero la espera iba a ser larga.
Durante la espera me entretenía observando a la gente, sobre todo a los hombres, que hacían cola. Me los quedaba mirando fijamente hasta que ellos se fijaban en mí y me desnudaban y me comían con sus ojos. Yo sonreía de manera tímida y pícara pero dentro de mí el fuego crecía. Apoye los brazos en la barra del carrito dejando mi culo en pompa por lo que los hombres que pasaban por detrás se quedaban mirando. Llegue a escuchar un “Manolo, ¿se puede saber que estás mirando?” Era la causante de discusiones de matrimonios. Es una tontería pero me sentía poderosa. De repente, la misma mano de antes volvió a acariciar otra vez una de mis nalgas. Me incorporé rápido por el susto pero esta vez la mano seguía allí, no se había movido.
Giré la cabeza hacia la izquierda pero el hombre me susurraba en el oído derecho “estate quieta, no te muevas”, rápidamente la giré a la derecha y en mi oído izquierdo me decía con tono más firme “te dije que no te movieras”. Al mismo tiempo ya no era una mano si no las dos acariciando mis nalgas. Recliné mi cuerpo levemente hacia atrás y mi espalda rozó su pecho. No sabía cómo era su cara pero su pecho y sus manos me hacían suponer que estaba bien formado.
- Llevas toda la mañana jugando ¿verdad? – me dijo
- No, solo que me gusta sentirme sexy
- Ya, pues yo sí que voy a jugar contigo
Volvió a acercarse y repasó con su lengua el perfil de mi oreja. El calor de mi cuerpo era mayúsculo. Sus manos agarraron fuertemente mis nalgas y me acercó hacia su entrepierna. La dureza de sexo era palpable. Deslizó una mano por mis nalgas hasta tocar con su dedo corazón mis labios calientes y excitados.
- Parece que alguien ha salido sin ropa interior de casa, ¿eh?
A eso solo pude bajar la cabeza y ruborizarme un poco. Parecía que él estaba ganado el juego.
Sin dificultad de ningún tipo introdujo su dedo en mi vagina. Lo sacó de nuevo completamente mojado y esparció mis jugos por mis labios y mi clítoris. Yo, mientras, tuve que aferrarme fuertemente a la barra del carro para acallar un gemido de placer. Seguía jugando con mis labios y mi clítoris y no me resistí a echar la mano hacia atrás para tocar su entrepierna. Era grande, dura y se notaba caliente a través del pantalón. Poco a poco comencé a bajar la cremallera hasta poder meter la mano y comprobar la textura suave de la piel tersa de su pene.
- ¿Te gusta lo que has encontrado?
- Si.- le dije con un hilo de voz.
Ahora mismo estábamos empatados en el juego.
Él continuó jugando con mi sexo, metiendo y sacando sus dedos mientras yo le masturbaba. La cercanía de nuestros cuerpos hacia que lo que estaba pasando fuera prácticamente imperceptible por el resto de la gente. Introdujo dos dedos dentro de mí y cada vez que un número de la cola aumentaba el aumentaba su ritmo. Sentía como el calor subía por todo mi cuerpo y como mi humedad se deslizaba fuera de mí y empapaba su mano. Su pene latía, parecía que tenía un corazón propio era señal de que estaba llegando al orgasmo por lo que disminuí el ritmo. En vez de seguir moviendo mi mano acariciaba su frenillo con mi pulgar para tranquilizarlo un poco. Otro número más y su intensidad aumentó.
Seguí masturbándole pero ahora yo quería ganar. Tiré de su pene y lo saqué de los pantalones. Me frotaba contra él. Lo rozaba con mis nalgas para que se restregara contra mi culo. Me retiré rápido para que su pene cayera y se metiera entre mis piernas, notaba como su glande recorría mi perineo hasta besar mis labios. Moví mis piernas para que mis carnosos labios se abrieran y abrazaran la parte superior de su pene, esto hizo que él se tuviera que agarrar también a la barra del carro. Adelante y atrás, adelante y atrás, mi humedad bañaba por completo su miembro. No quería que me penetrara solo quería jugar con él. Otro número más y la intensidad de los movimientos aumentaba de nuevo y mi turno estaba a punto de llegar.
Frotándonos, ajenos al resto de la gente disfrutábamos de ese momento. Sentía que mi orgasmo iba a aparecer de un momento a otro. “Sí, sigue desconocido, sigue moviéndote. Continua excitándome, vamos haz que me corra aquí en público”. Otro número, y otro, estaba a punto de llegar. “Sí, lo siento, lo noto, va a llegar, va a llegar, sigue, más rápido, sí”
- Número 52, por favor
Tan rápido como el charcutero dijo mi número, mi amante de supermercado se retiró como si nada hubiera pasado y me susurro al oído “Otra vez será, preciosa”.
Me giré para ver su rostro pero solo conseguí verle como las otras veces, empujando su carro.
Pulsando el botón
Pulsando el botón Foto tomada para dar los buenos días a los seguidores de Twitter. @CarolineTales |
La pareja del coche
Me llamo María y vivo en Los Ángeles. Todos los días me
levanto a las 2 de la mañana para repartir periódicos en una furgoneta por las
calles de esta gran ciudad. A esas horas se ve de todo por las calles:
prostitutas, policías, gente de fiesta… Tengo la suerte de conocer a gente
maravillosa que otros no saben de ellos ya que los trabajadores nocturnos somos
como una especie de club que el resto ni se imaginan que existen.
En uno de esos días de reparto monótono y cansado volvía
a casa para por fin dormir y descansar. Aparqué y me bajé de la furgoneta y a
lo lejos oí un sonido sordo, como si un martillo golpeara contra una pared. Mi
curiosidad hizo que buscara de donde venia ese sonido. Mientras iba andando por
el aparcamiento el sonido se hacía más cercano. Entre las filas de coches del
aparcamiento vi el techo de un coche que subía y bajaba y donde parecía que venía
el sonido.
Aminoré el paso y me escondí detrás de un coche para ver qué
era lo que ocurría. Allí estaba el ruido. Un mustang rojo con los cristales
completamente empañados y poniendo a prueba la amortiguación; parecía que una
pareja estaba pasando un buen rato dentro. Me acerqué un poco y pude escuchar a
la chica gritando y disfrutando. En ese momento mi curiosidad aumento y quise
acercarme un poco más. Estaba a menos de tres metros del coche.
La chica seguía gritando y pidiendo mas mientras el chico
le preguntaba que si le gustaba.

La chica era rubia, con grandes pechos y una cara muy
bonita. El chico con el torso musculado y el pelo muy corto se le veía fuerte.
Eran la típica pareja que se pueden ver en las películas románticas. Jefa de
animadoras y capitán de equipo de futbol, me imaginé.
Me acerqué un poco más. Estaba tan metida en esa película
en vivo que cuando me quise dar cuenta estaba a menos de un metro del coche y podía
escucharlos hablar con mucha claridad.
- ¡Fóllame más fuerte!– decía ella
El chico no perdió el tiempo y las embestidas que le
estaba dando se multiplicaron en frecuencia e intensidad. Ahí fue cuando me di
cuenta que algo estaba pasando en mi bragas. Metí la mano por dentro del pantalón
y estaba completamente mojada. Era una excitación que había pasado
desapercibida pero cuando me centré en ver lo que me estaba ocurriendo me di
cuenta que mi boca estaba más seca y mi respiración se había acelerado un poco.
El chico agarró uno de los pecho de ella y se lo llevó a
la boca lamiendo y mordisqueando uno de los pezones. Yo con una mano ya dentro
del pantalón comencé a tocarme y la otra empezó a imitar lo que el chico le
hacía a ella. Empecé a pellizcarme un pezón.
La otra mano de él se fue hacia el cuello de ella agarrándola
con fuerza y echándole la cabeza hacia atrás, así tenia los pechos de ella
apuntando hacia su cara y jugar con su lengua con los pezones más erecto que jamás
he visto. Según lamía los pechos de la animadora la penetraba con fuerza y ella
gritaba y gritaba de placer, mientras yo me mojaba cada vez más y más y mi clítoris
salía más y más.
El chico se echó hacia atrás apoyándose de nuevo en el
respaldo del asiento y abrió los ojos. Me había visto. Con sus profundos ojos
negros recorrió la trayectoria de mi brazo y vio que tenía metida la mano por
dentro del pantalón y supo lo que estaba haciendo. Me quedé helada sin saber qué
hacer. Él soltó una sonrisa picara y movió la cabeza casi imperceptible
diciendo que no, que no me moviera de allí. Es como si la situación de que yo
los estuviera observando lo excitara más. Desde ese momento no volvió a cerrar
los ojos y solo me miraba a mí mientras le daba placer a la rubia.
La empujaba con fuerza, la penetraba y me miraba a mí, podría
decir que se estaba imaginando que me penetraba a mí en vez de a la animadora.
Yo seguía jugando con mi clítoris, completamente bañado
en mi humedad. Me miró a la mano oculta en mi pantalón e hizo un gesto
indicando que siguiera. Yo seguía tocándome al ritmo que él se movía dentro de
la excitada chica.
De repente, abrió los ojos como platos, se mordió el
labio, cerró los ojos y le escuché gritar. Se estaba corriendo dentro de ella. Ella
dos segundos después también se corrió. El chico abrió de nuevo los ojos, me
miró y me hizo un guiño. Ellos habían terminado pero yo aun estaba a medias y
muy excitada. Saqué la mano del pantalón, me arreglé un poco y me fui
corriendo a casa, tenía que terminar lo que había empezado.
Abrí corriendo la puerta de casa, cerré de un portazo y rápidamente
me quite toda la ropa quedándome completamente desnuda. Me tire encima del sofá
y empecé a tocarme de nuevo. Estaba a punto de penetrarme con dos dedos cuando
llamaron a la puerta. ¡Toc, toc, toc!
- - Vuelva más tarde, ahora no puedo abrir. –
grité intentando ocultar mi excitación
¡Toc, toc, toc! Otra vez. Quien coño es a estas horas,
pensé.
Fui hacia la puerta muy enfadada por las horas y por el
mal momento en el que habían decidido llamar.
La cadena de la puerta estaba puesta, así que me escondí detrás
y solo asome los ojos cuando abrí gritando:
- - ¡¿Qué?!
Era él, el chico del coche. No supe que decir. Él solo me
hizo un guiño y con un movimiento de cabeza pregunto si podía pasar.
Retiré la cadena y abrí.
Café caliente
Café caliente Foto tomada para dar los buenos días a los seguidores de Twitter. @CarolineTales |
Doncella y amante
- ¡Genial! ¡Ya tengo el paquete que pedí! ¡Al fin llegó!
Hacía casi un mes que había pedido un disfraz de doncella y ya lo tenía en mis manos. En la página donde lo compré tenía muy buena pinta pero ahora era el momento de la verdad. Abrí corriendo el paquete sin ningún miramiento, rompiendo por completo todo el paquete. El disfraz estaba compuesto por un vestido negro hasta mitad del muslo, un pequeño delantal negro con borde blanco y un lazo para el pelo. El vestido es muy sexy con los laterales semitransparentes y en la parte de atrás tiene una tira blanca que cruza la espalda para poder ajustarlo. Me lo probé todo, me mire al espejo y me encontré muy sexy.
Después de probarme el vestido llamé inmediatamente a Luismi para pedirle que no hiciera planes para por la noche.
Cuando llegó a casa le pedí que cogiera dos copas, abriera una botella de vino, pusiera velas y algo de música para hacer el momento más acogedor. Mientras él acondicionaba el salón yo me estaba preparando en la habitación.
Me puse mascara de pestañas que hacía que mis ojos fueran más luminosos, me pinté los ojos para darles un aspecto atigrado y me puse un gloss en los labios que los hacía muy apetecibles, incluso para mí. Me enfundé las piernas en unas medias con liguero y un tanga negro de encaje y rematé mi disfraz con unos tacones infinitos que afilaban mis piernas y resaltaban mi culo. Me miré por última vez al espejo, me alisé el traje y me dispuse a salir de nuestro cuarto.
Según iba andando por el pasillo, a propósito, hacía sonar fuerte mis tacones al ritmo de mis caderas. Cuando llegué al salón, Luismi estaba sentado en el sofá fumando un cigarro, me miró y dijo:
- Wow, estás… estás… wow
Al mismo tiempo que balbuceaba esas palabras, su pantalón cobró vida una muy evidente erección se hizo visible.
Giré sobre mí para que me viera bien y pasé por delante de la mesa cotoneando mi cuerpo hasta sentarme a su lado en el sofá. No dejaba de mirarme de arriba abajo y su erección parecía que también quería mirarme.
- Veronika, estás tremenda. Estás muy sexy y muy guapa. A ver, levántate otra vez y déjame verte
Me puse de pie como me había pedido, me ajusté bien el pecho y le hice un pequeño pase hasta terminar con mi culo en pompa y levantándome la parte de atrás de la falda mostrándole el tanga y tapándome la boca con la mano como si hubiera hecho algo malo. Este último movimiento le provocó que se mordiera el labio inferior deseándome más si cabía.
Me volví a sentar a su lado. Le di un beso en la mejilla y me moví rozando con mis labios su cara hasta la oreja y le dije susurrando al oído.

- Hoy voy a tu ser cocinera en la cocina, doncella en el salón y amante en la cama
Con la punta de mi lengua pasé por el perfil de su oreja lamiéndola por completo y Luismi se estremeció de placer.
Nos levantamos del sofá y nos fuimos a la cocina para preparar la mesa. Mientras cortaba las verduras para la cena, Luismi se acercaba a mí por detrás y pegaba su entrepierna a mi culo para que notara su enorme erección. Al mismo tiempo que se frotaba contra mi pasaba su manos por debajo de la faldita y el tul de disfraz y levantaba los elásticos de mi tanga para acariciarme el pubis. Con uno de sus pulgares jugaba con mi clítoris mientras que con la otra mano dibujaba mis labios que empezaban a mojarse. Sin que él me viera cerré los ojos de placer y me mordía el labio al tiempo que apretaba mi culo contra él.
- Luismi, déjame terminar de cortar esto porque como sigas me voy a cortar un dedo
- Ok, ok, te dejo tranquila
Me besó en la mejilla saco sus manos de mi tanga y se chupó el dedo corazón que se veía brillar untado por mis fluidos
- Mmmm, que rico aperitivo.- y me guiño un ojo
Con la cena ya lista nos dispusimos a disfrutar de la comida y del vino sentados uno enfrente del otro para así poder mirarnos a los ojos. Sin que él se diera cuenta me quité un zapato, extendí mi pierna y comencé a subir por una de las suya hasta llegar a su entrepierna. Me miraba sorprendido
- Si quieres acabar de cenar, estate quieta
- ¿Qué! No estoy haciendo nada.- y acompañé esa frase con un viaje de mi lengua por mis labios para mostrarle lo caliente que estaba.
Terminamos de cenar y nos dirigimos de nuevo al sofá. Brindamos de nuevo por nosotros y le quite la copa de la mano y la puse en la mesa. Me subí encima de él y comenzamos a besarnos. Me puse el escote por debajo de los pechos para dejarlos al aire e inmediatamente Luismi empezó a lamerlo y chuparlos. Le agarre fuerte del pelo y tire de su cabeza para atrás para volver a besarnos y jugar con nuestras lenguas en un baile muy mojado. Con él a mi merced me frotaba y me frotaba contra su pene a través del pantalón. Le oía gemir con mi boca pegada a la suya. Yo seguía y seguía restregando contra él, mi orgasmo iba a llegar. Me apretaba, fuerte, más fuerte y rápido, más rápido. ¡Oh sí, aquí está mi preciado placer! Me quede encima de Luismi, respirando hondo mientras me acariciaba. Me levante y me percate de que sus pantalones tenían una pequeña mancha como si estuvieran mojados. El orgasmo fue tan intenso que había traspasado el tanga y le mojo el pantalón. Le miré un poco sonrojada y le dije:
- Ups, perdón
- Veronika, no seas tonta, si llegas a moverte tres veces más los pantalones estarían manchados también por dentro. Por cierto, ¿A dónde crees que vas?
- Voy a…
No me dio ni tiempo a acabar la frase, me agarro del brazo fuerte y tiró de mí, me quitó el tanga, me inclino contra el sofá y sin esperarlo, por lo rápido que se quito el pantalón, me penetro fuerte, hasta el fondo. “Otra embestida como esta y me corro otra vez” pensé. Volvió de nuevo a penetrarme fuerte y grite de placer “Ah, joder, sí, que gusto”.
Estaba completamente desenfrenado, me embestía con fuerza, con mucha fuerza. Agarró una de mis piernas y la puso encima del sofá, estaba abierta por completo para recibirle de nuevo hasta el fondo. Salió y al tiempo que entraba de nuevo me dio una azote. Nunca lo había hecho antes pero el picor y el calor que se produjo en mi culo me excito más. Le pedí que lo hiciera otra vez. ¡Plas, plas! Sonaban los azotes en mi culo
- Sí, cariño, otra vez, hazlo otra vez, más fuerte
Me penetro tres veces más al mismo tiempo que azotaba.”Dios, que placer me estaba dando”. De repente me cogió de la coleta y tiro de ella como si fuera las riendas de un caballo. Empujo fuerte de nuevo y se corrió, tirando de mi coleta y agarrando fuerte mi cadera. Gritamos los dos como locos del orgasmo que estábamos teniendo.
Agotados, sudorosos y con la boca seca nos dejamos caer en el sofá y nos bebimos de un tirón lo que quedaba en nuestras copas.
Me miró sonriendo y me dijo, con la respiración entrecortada:
- Si alguna vez te vuelves a poner ese vestido para limpiar no te doy tiempo a que cojas la escoba
Nos reímos a carcajadas.
Un día hice la prueba. No me dio tiempo ni abrir el armario de la limpieza.
Definitivamente el dinero gastado valió la pena.
Hacía casi un mes que había pedido un disfraz de doncella y ya lo tenía en mis manos. En la página donde lo compré tenía muy buena pinta pero ahora era el momento de la verdad. Abrí corriendo el paquete sin ningún miramiento, rompiendo por completo todo el paquete. El disfraz estaba compuesto por un vestido negro hasta mitad del muslo, un pequeño delantal negro con borde blanco y un lazo para el pelo. El vestido es muy sexy con los laterales semitransparentes y en la parte de atrás tiene una tira blanca que cruza la espalda para poder ajustarlo. Me lo probé todo, me mire al espejo y me encontré muy sexy.
Después de probarme el vestido llamé inmediatamente a Luismi para pedirle que no hiciera planes para por la noche.
Cuando llegó a casa le pedí que cogiera dos copas, abriera una botella de vino, pusiera velas y algo de música para hacer el momento más acogedor. Mientras él acondicionaba el salón yo me estaba preparando en la habitación.
Me puse mascara de pestañas que hacía que mis ojos fueran más luminosos, me pinté los ojos para darles un aspecto atigrado y me puse un gloss en los labios que los hacía muy apetecibles, incluso para mí. Me enfundé las piernas en unas medias con liguero y un tanga negro de encaje y rematé mi disfraz con unos tacones infinitos que afilaban mis piernas y resaltaban mi culo. Me miré por última vez al espejo, me alisé el traje y me dispuse a salir de nuestro cuarto.
Según iba andando por el pasillo, a propósito, hacía sonar fuerte mis tacones al ritmo de mis caderas. Cuando llegué al salón, Luismi estaba sentado en el sofá fumando un cigarro, me miró y dijo:
- Wow, estás… estás… wow
Al mismo tiempo que balbuceaba esas palabras, su pantalón cobró vida una muy evidente erección se hizo visible.
Giré sobre mí para que me viera bien y pasé por delante de la mesa cotoneando mi cuerpo hasta sentarme a su lado en el sofá. No dejaba de mirarme de arriba abajo y su erección parecía que también quería mirarme.
- Veronika, estás tremenda. Estás muy sexy y muy guapa. A ver, levántate otra vez y déjame verte
Me puse de pie como me había pedido, me ajusté bien el pecho y le hice un pequeño pase hasta terminar con mi culo en pompa y levantándome la parte de atrás de la falda mostrándole el tanga y tapándome la boca con la mano como si hubiera hecho algo malo. Este último movimiento le provocó que se mordiera el labio inferior deseándome más si cabía.
Me volví a sentar a su lado. Le di un beso en la mejilla y me moví rozando con mis labios su cara hasta la oreja y le dije susurrando al oído.
- Hoy voy a tu ser cocinera en la cocina, doncella en el salón y amante en la cama
Con la punta de mi lengua pasé por el perfil de su oreja lamiéndola por completo y Luismi se estremeció de placer.
Nos levantamos del sofá y nos fuimos a la cocina para preparar la mesa. Mientras cortaba las verduras para la cena, Luismi se acercaba a mí por detrás y pegaba su entrepierna a mi culo para que notara su enorme erección. Al mismo tiempo que se frotaba contra mi pasaba su manos por debajo de la faldita y el tul de disfraz y levantaba los elásticos de mi tanga para acariciarme el pubis. Con uno de sus pulgares jugaba con mi clítoris mientras que con la otra mano dibujaba mis labios que empezaban a mojarse. Sin que él me viera cerré los ojos de placer y me mordía el labio al tiempo que apretaba mi culo contra él.
- Luismi, déjame terminar de cortar esto porque como sigas me voy a cortar un dedo
- Ok, ok, te dejo tranquila
Me besó en la mejilla saco sus manos de mi tanga y se chupó el dedo corazón que se veía brillar untado por mis fluidos
- Mmmm, que rico aperitivo.- y me guiño un ojo
Con la cena ya lista nos dispusimos a disfrutar de la comida y del vino sentados uno enfrente del otro para así poder mirarnos a los ojos. Sin que él se diera cuenta me quité un zapato, extendí mi pierna y comencé a subir por una de las suya hasta llegar a su entrepierna. Me miraba sorprendido
- Si quieres acabar de cenar, estate quieta
- ¿Qué! No estoy haciendo nada.- y acompañé esa frase con un viaje de mi lengua por mis labios para mostrarle lo caliente que estaba.
Terminamos de cenar y nos dirigimos de nuevo al sofá. Brindamos de nuevo por nosotros y le quite la copa de la mano y la puse en la mesa. Me subí encima de él y comenzamos a besarnos. Me puse el escote por debajo de los pechos para dejarlos al aire e inmediatamente Luismi empezó a lamerlo y chuparlos. Le agarre fuerte del pelo y tire de su cabeza para atrás para volver a besarnos y jugar con nuestras lenguas en un baile muy mojado. Con él a mi merced me frotaba y me frotaba contra su pene a través del pantalón. Le oía gemir con mi boca pegada a la suya. Yo seguía y seguía restregando contra él, mi orgasmo iba a llegar. Me apretaba, fuerte, más fuerte y rápido, más rápido. ¡Oh sí, aquí está mi preciado placer! Me quede encima de Luismi, respirando hondo mientras me acariciaba. Me levante y me percate de que sus pantalones tenían una pequeña mancha como si estuvieran mojados. El orgasmo fue tan intenso que había traspasado el tanga y le mojo el pantalón. Le miré un poco sonrojada y le dije:
- Ups, perdón
- Veronika, no seas tonta, si llegas a moverte tres veces más los pantalones estarían manchados también por dentro. Por cierto, ¿A dónde crees que vas?
- Voy a…
No me dio ni tiempo a acabar la frase, me agarro del brazo fuerte y tiró de mí, me quitó el tanga, me inclino contra el sofá y sin esperarlo, por lo rápido que se quito el pantalón, me penetro fuerte, hasta el fondo. “Otra embestida como esta y me corro otra vez” pensé. Volvió de nuevo a penetrarme fuerte y grite de placer “Ah, joder, sí, que gusto”.
Estaba completamente desenfrenado, me embestía con fuerza, con mucha fuerza. Agarró una de mis piernas y la puso encima del sofá, estaba abierta por completo para recibirle de nuevo hasta el fondo. Salió y al tiempo que entraba de nuevo me dio una azote. Nunca lo había hecho antes pero el picor y el calor que se produjo en mi culo me excito más. Le pedí que lo hiciera otra vez. ¡Plas, plas! Sonaban los azotes en mi culo
- Sí, cariño, otra vez, hazlo otra vez, más fuerte
Me penetro tres veces más al mismo tiempo que azotaba.”Dios, que placer me estaba dando”. De repente me cogió de la coleta y tiro de ella como si fuera las riendas de un caballo. Empujo fuerte de nuevo y se corrió, tirando de mi coleta y agarrando fuerte mi cadera. Gritamos los dos como locos del orgasmo que estábamos teniendo.
Agotados, sudorosos y con la boca seca nos dejamos caer en el sofá y nos bebimos de un tirón lo que quedaba en nuestras copas.
Me miró sonriendo y me dijo, con la respiración entrecortada:
- Si alguna vez te vuelves a poner ese vestido para limpiar no te doy tiempo a que cojas la escoba
Nos reímos a carcajadas.
Un día hice la prueba. No me dio tiempo ni abrir el armario de la limpieza.
Definitivamente el dinero gastado valió la pena.
Semáforo, luces, acción
9 de Febrero. Estaba lloviendo mucho. Decidí coger el coche y salir a dar una vuelta. Llevaba unos 20 minutos conduciendo cuando me dio por mirar y vi a una amiga que estaba por casualidad en mi ciudad, Barcelona.
- ¡Caroline!-. Le grité desde mi coche. Sorprendida se giró y con una sonrisa de oreja a oreja gritó mi nombre.
- ¡Alberto!
- No te esperaba por aquí. Está lloviendo mucho Caroline, ¿quieres que te lleve?
Ella sin decir nada, abrió la puerta de mi coche y entró dándome dos besazos un poco intensos, ya que hacia muchísimo tiempo que no nos veíamos.
Ella estaba radiante, nunca la habia visto asi de guapa y sensual, vestido negro hasta la altura de los muslos y tacones negros a juego.
La miré durante 10 segundos sin apartar la mirada mientras le decía que estaba más sensual y sexy que veces anteriores. Con una sonrisa ruborizada me dijo que tenía la sensación de que nos íbamos a encontrar. Al decirme eso me contagió su sonrisa ruborizada; sin pensarlo le di un abrazo al cual ella me lo correspondió diciéndome al oído que no llevaba ropa interior. Eso hizo despertar en mí mi libido y en cuestión de segundos comenzamos a besarnos. Nunca antes lo habíamos hecho pero parecía que estábamos acostumbrados a estar juntos.
Arranqué el coche sin ningún destino definido pero con la certeza que el viaje, fuera donde fuera, iba a ser muy excitante.
Las calles estaban completamente desiertas por lo que era una maravilla poder conducir por las grandes avenidas de la Ciudad Condal. En la radio sonaban los 40 principales. Nada en especial, pero le daba a la situación un ambiente especial. La lluvia, las calles vacías y Caroline a mi lado. Cada vez que nos parábamos en un semáforo la miraba embelesado y ella, sin ni siquiera inmutarse seguía mirando al frente pero jugueteando a la vez. Ponía la mano en mi pierna y por cada semáforo en el que nos deteníamos ella la subía un poquito más. Entre un semáforo y otro yo reducía la velocidad para que la luz roja hiciera su aparición y el destino de los dedos de ella fuera mi entrepierna.
- Uy mira, otra luz roja .- dije
Y su mano continuaba subiendo. Estaba a menos de dos centímetros de mi ingle y esa cercanía estaba haciendo que mi erección quisiera romper mi vaquero.
Nos paramos en otro semáforo y su mano alcanzó su destino. Con su dedo meñique, blanco, largo y estilizado, rozaba un testículo que se adivinaba por mi vaquero. Lo movía de adelante a atrás y yo no podía más.
- Caroline, ¿no vas a seguir un poco más hacia arriba?
- Tranquilo, no hay prisa. Tu déjame hacer a mí
- Ok, lo que usted mande señorita
La siguiente luz roja se iluminó y Caroline no seguía subiendo su mano por mi pierna. Nos detuvimos en varios semáforos pero ella seguía solo acariciándome y sin subir la mano. No sabía cuáles eran sus planes pero conociéndola seguro que eran buenos.

Deseando que llegara el próximo semáforo, ella me miraba con una sonrisa mordiéndose los labios mientras seguía acariciándome el pantalón. ¡Me iba a reventar!
En el siguiente semáforo nos paramos. Había mucho morbo entre esos cuatro cristales. Sabiendo que cuando se pusiera en verde ella terminaría de subirse el vestido para dejar al descubierto su bellísimo sexo depilado.
No hacían falta palabras para comunicarnos, nos entendíamos bien corporal y visualmente.
- Caroline no aguanto más.- le dije.
Ella comenzó a bajarme la cremallera muy despacio, mi pene erecto estaba deseando salir a la luz.
- No dejes de mirarme.- me dijo ella
Eso cada vez me iba subiendo la temperatura, y a ella también.
- Mira otro semaforo...- le dije
- Quedémonos en este, no salgas, la calle está desierta.- me dijo ella
Paramos el coche y le puse el freno de mano.
Durante varios ciclos del semáforo estuvimos allí parados. Caroline acariciaba mi pene muy suavemente desde la base hasta el glande haciendo que la sensación de placer fuera enorme. Mientras tanto ella jugaba con sus dedos y sus labios.
- Arranca.- me dijo
- ¿Seguro?
- Sí, continua conduciendo
Giré la llave y puse el coche en marcha de nuevo.
Mientras conducía, ella me seguía acariciando solo con los dedos hasta que su mano se agarro a mi sexo como un pulpo agarra a su presa. Presionaba y movía su mano arriba y abajo, haciendo leves giros que me estaban llevando al éxtasis. La conducción se hacía complicada pero muy excitante. Ella mientras, seguía jugando consigo misma y podía escuchar lo húmeda que estaba. La escuchaba respirar, la veía de reojo morderse el labio de tanto placer que la situación y ella misma se estaba dando.
Arriba y abajo, rozaba con su pulgar el frenillo de mi pene. Me estaba muriendo de placer. Cada vez que tocaba mi glande daba acelerones causados por el placer y en uno de esos movimientos bruscos del coche, mientras Caroline seguía dándose placer, hizo que uno de sus dedos de deslizara dentro de su vagina. ¡¡Aaahhh!! gritó. A partir de ahí su ritmo en ella y en mi fueron mas rápidos.
Yo seguía a duras penas conduciendo. Apretaba las manos en el volante, respiraba, jadeaba, no podía más.
- Caroline, me voy a correr
- No, aun no, aguanta
- No puedo, eres demasiado, estoy muy cachondo.
Inmediatamente después de decir eso y sin darme tiempo a decir nada más, se quitó el cinturón rápidamente y se inclinó hacia mí. Se introdujo todo mi pene en su carnosa boca y me corrí en un grito de placer. Ella llegó segundos después, pude sentir la vibración de su boca provocada por los gemidos de su orgasmo. Mi pene hipersensible latía a cada vibración.
Jadeantes, exhaustos y sudorosos, nos miramos y nos reímos.
Ella me besó en la mejilla y me dijo:
- ¿Un café?
- Ok pero yo pago.
A la espera
![]() |
A la espera Foto tomada en mi 2ª sesión de fotos con tacones negro y conjunto bragas de conjunto con sujetador |
Descansando
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Descansando Foto tomada en la primer sesión de fotos. Camisón de encaje y sin ropa interior |
Grabarse en vídeo
GRABARSE
EN VÍDEO
Lo
primero antes de nada es hablar con tu pareja y pedirle consentimiento para
hacerlo. Puede que para uno sea muy divertido pero para el otro no.
Lo
importante en este juego es poner la cámara a grabar y dejarte llevar y
olvidarte de ella completamente. Es algo muy divertido y bastante excitante
sobretodo cuando se ha terminado y te pones a ver el vídeo.
Mi
recomendación es esta:
-
Poner una luz cálida
-
Montar la cámara en un trípode, si se tiene, si no encima de un mueble.
-
Meterse en la cama o donde uno quiera y empezar a disfrutar con tu pareja hasta
llegar al orgasmo.
-
Cuando terminéis, ya relajados, poneos a ver el vídeo JUNTOS. Seguro que
después de ver el vídeo los dos juntos os habréis calentado de nuevo y a
disfrutar otra vez.
Esto
lo hicimos mi pareja y yo hace un tiempo y os aseguro que es muy bueno para la
pareja y, como he dicho antes, después de ver el vídeo nos pusimos cachondos
otra vez :D
;-)
Spa y jacuzzi
- Dani, cariño, ¿tienes planes para mañana?
- No, no tenía pensado nada
- Muy bien pues nos vamos a un spa mañana
- Ah, que bien, suena muy apetecible
A la mañana siguiente nos levantamos, tomamos un gran desayuno y nos preparamos para ir al spa. Me fui hacia el armario y elegí uno de mis bikinis favorito; uno negro que se ata a la nuca y se ajusta perfectamente a mi pecho y con lazos en la cadera para que se pueda atar fácilmente, es uno de los bikinis con los que me siento más sexy.
Llegamos a la recepción del spa y nos entregaron unos albornoces y unas toallas. Después de cambiarnos en los vestuarios nos dirigimos a la piscina climatizada. Entramos y no había nadie. Teníamos la piscina para nosotros solos.
Nos metimos en la piscina y disfrutamos de la calidez del agua haciendo unos cuantos largos. Al cabo de un rato comenzamos a jugar haciéndonos cosquillas y persiguiéndonos. Nos reímos, nos abrazamos y nos fundimos en un beso muy cálido. La conjunción de la semidesnudez, el agua y la temperatura hizo que el beso fuera muy apasionado.
Mientras estábamos abrazados y besándonos nuestras entrepiernas se juntaban haciendo presión una contra otra. Pasé mis piernas por encima de las caderas de Daniel y me pegué más a él. Al estar en el agua en esa postura podía subir y bajar sin mucho esfuerzo frotándome contra él.
- Caroline, ¿qué haces?
- ¿Qué pasa, no te gusta?
- Sí, claro que me gusta pero es que hace un rato entró una señora y nos está mirando
Me puse colorada como un tomate, estaba tan concentrada en Daniel y en la postura que ni la había visto ni oído. Daniel se echó a reír y yo quería morirme pero me había calentado tanto la situación que ya estaba encendida y estaba decidida a hacer algo más.
- Dani, ¿nos vamos al jacuzzi?
- Sí, me das unos minutos porque ahora mismo no puedo salir del agua. Ya sabes, gracias a ti no es plan de ir señalando a todo el mundo y no precisamente con el índice.
Fue una chorrada pero me hizo muchísima gracia. Me abrace a él de nuevo y le besé otra vez. Por cosas como esas, hacerme reír y ser tan cómplice conmigo, le quiero tanto.
Salimos de la piscina y nos fuimos a la zona de spa con jacuzzi, baños de vapor, saunas, sala de olores, etc. Fuimos saltando de una habitación a otra y probando todo, hasta que ya nos decidimos por meternos finalmente en el jacuzzi. Según bajábamos los escalones para meternos en el agua saludábamos a la gente que ya estaba dentro, unas 4 personas.
Nos sentamos y disfrutamos del agua caliente y de la fuerza de las burbujas que chocaban contra nuestro cuerpo. Daniel se recostó poniendo sus brazos en el borde del jacuzzi y yo apoye mi cabeza en su pecho. ¡Estábamos en la gloria y muy relajados!

Disimuladamente acaricié el estomago de Daniel, fue bajando hasta la goma de su bañador, lo desaté y metí mi mano. Con la complicidad de las burbujas y la espuma que esta hacían empecé a acariciar sus testículos, Daniel ni se movía, parecía estar disfrutando. Seguí jugando con ellos mientras subía la mano. Su pene ya estaba firme y erecto, al tocar su erección comencé a masajearlo. Daniel movió la cabeza, me miró de reojo, me agarro una pierna y tiró de mi para que me subiera encima de él. La gente nos miraba por el movimiento rápido que acababa de hacer pero no pasó de allí su atención.
Encima de Daniel me acosté en su pecho pero esta vez presionaba mi entrepierna, que ya estaba muy excitada, contra su pene duro y erecto. Entre su cuerpo y el mío metí las manos en el agua y saque su pene del bañador. ME incorpore sin que nadie se diera retire mi bikini hacia un lado dejando mis labios mi vagina expuestos a las burbujas y al agua caliente.
Me volví a echar encima de Daniel. Empecé a moverme muy despacio hasta que la punta de su pene entro en contacto con la entrada de mi dilatada vagina. Al estar a las puertas de mí, comencé a bajar para tener a Daniel completamente dentro. Los dos empujamos, con movimientos sutiles e imperceptibles por el resto de la gente, hasta que me penetró por completo.
Movía mi cadera despacio, notando como su pene recorría todo mi interior acariciando las paredes. Apretaba los músculos de mi vagina para hacerla más estrecha y que el roce de su glande dentro de mi fuera más intenso. Daniel a su vez empujaba y tiraba de mí hacia abajo para penetrarme lo más profundo posible. En cada movimiento mi clítoris se hacía más grande y más sensible, notando como se rozaba por su pubis. No apretábamos más y más el uno contra el otro hasta notar nuestros huesos. Arriba y abajo, despacio, muy despacio para que nadie notara lo que estábamos haciendo.
Me acerqué a su oído y le dije:
- Cariño, estoy muy cachonda, quiero que te corras pero no hagas ruido, ahógalo de alguna manera
- ¡Oh Caroline, no sé si podré, esto es una pasada!
Seguí moviendo mis caderas como si estuviera bailando la danza del vientre. Adelante y atrás, adelante y atrás, fuerte, presionando, mojada por el agua cálida y por mis excitación.
- Caroline, amor, ¡me voy a corre.- me dijo al oído
Un golpe de cadera, otro golpe de cadera y noté como se corría dentro de mí. En cada latido de su pene, su orgasmo chocaba contra mis paredes. En el último movimiento que hice, Daniel soltó un ¡Oh!, muy ahogado. Nadie le oyó. Uno golpe, dos golpes y mi orgasmo llegó. Me apoye en su hombro para que mi gemido no se oyera.
Allí, en el jacuzzi, nos quedamos los dos quietos, parados esperando que los espasmos de nuestros sexos se detuvieran.
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