El camarero y la señora

- ¡Adiós mama! Me voy a la universidad y después a trabajar al hotel Universal, que hay una recepción para no sé qué embajador.
- ¡Adiós hijo!


Y así prácticamente empiezan todos mis viernes de este año. Voy a la universidad y después a trabajar de camarero en actos de alto estanding. La verdad no está mal, conozco gente y me da para pagar mis vicios y mi ropa.



Al llegar a la universidad me encontré con una chica de la que llevo colgado todo el año. Rubia, piernas largas, pecho prominente y una sonrisa de anuncio de televisión que le quita a uno hipo. Pero sé que está bastante fuera de mi alcance. De hecho solo he hablado con ella en mis noches masturbatorias.



Al acabar las interminables clases me dirijo al parking, cojo mi moto, la vuelvo a ver a ella y le digo un tipo adiós. Ella me corresponde con una sonrisa y un adiós dulce. Esto hace que todo el cansancio que tengo acumulado de las clases se vaya por completo.



Llego al hotel, me voy a los vestuarios, saludo a todos mis compañeros y compañeras, me cambio y vamos todos a una pequeña reunión con el jefe de camareros. Son ya las nueve y media de la noche.

Subimos a los salones y allí están todos los embajadores, ministros y demás gente importante tomando sus copas y esperando por la comida. Esta vez a mi me toca llevar una gran bandeja con tostas repletas de camarones.


Me paseo por el gran salón con la bandeja y la gente me va parando para ir cogiendo las tostas.

En un momento la voz de una mujer me llama: - ¡Mozo, por favor, aquí! -. Me giro y veo a una mujer impresionante de casi 50 años, con una larga melena rubia, piernas eternas y esbeltas, ojos tan azules que duelen hasta mirarlos y un escote bastante pronunciado. Me dirijo a ella completamente alucinado de lo que estoy viendo e intentado esconder la erección que acaba de tener al verla.


Cuando llegué hasta ella, descubro que a su lado está sentada la chica de la universidad. Ya sé de dónde sacó tanta belleza; de su madre. Al inclinarme con la bandeja mis ojos se movían rápidamente de sus pechos a sus ojos. Estaba completamente embobado. Cuando volví a erguirme de nuevo y darme la vuelta, la impresionante señora me soltó un pequeño pellizco en el culo. Me giré atónito. La miré y me soltó un guiño lleno de lujuria. Su hija la miraba sin dar crédito a lo que pasaba.



Después de unos paseos más con otras bandejas llegó la hora del cava.



Todos los camareros íbamos con bandejas repletas de copas finas llenas de cava. La gente iba cogiendo las que quería.



Me encontré de frente con la impresionante señora y al tiempo que cogía una copa con una mano, disimuladamente con la otra me tocó en la entrepierna y me dijo al oído: - Esto, me lo voy a comer de postre-. Casi se me cae la bandeja.



Cada vez que pasaba cerca de ella, me acariciaba el culo, me pasaba la mano por la entrepierna o me repetía que quería el postre ya. Yo estaba que no podía mas, ¡iba a explotar!, esa mujer me había puesto muy cachondo.



Cuando la fiesta estaba llegando a su fin, la mujer se acercó de nuevo a mí y me dijo al oído: - Habitación 1025, en 10 minutos-. Y me beso en el cuello de tal manera que casi llegué al orgasmo.



Baje a los vestuarios y me cambie tan rápido que hasta me puse la camiseta al revés.



Me dirigí al ascensor, presione el piso 10. El viaje en ascensor se me hizo eterno. Al final llegue a la 10ª planta. Busqué la habitación. Llame a la puerta y desde dentro oí a la mujer decir: - Pasa, está abierta.



Entré en la habitación y me encontré a la mujer con un camisón negro transparente,  un tanga de encaje a juego con el camisón y unos tacones de aguja impresionantes. Me miro, se acercó y me besó en la boca. Me entregó una copa de cava y me dijo: - Quítate todo y tírate en la cama. Esta noche no la vas a olvidar jamás-.  Me encontraba un poco desconcertado y lo único que se me ocurrió decir fue: - ¿Y su hija? -. A lo que ella me respondió: - Mi hija es una mojigata, igual que su padre y cuando te pellizque la primera vez se escandalizó y se fue -. No dije nada más, solo cogí la copa de cava y me la bebí de un trago.



La mujer se acercó a la cama y comenzó a acariciarme las piernas mientras con su cuerpo me rozaba los pies y hacia que su pechos tocaran mis dedos con los que podía notar como su pezones se ponían duros. Siguió subiendo sus manos por mis muslos hasta llegar a las ingles. Con un mano me cogió los testículos y con la otra empezó a masturbarme tocando suavemente con su pulgar mi glande. Esto me excitó más si cabe. Acercó su boca y con la lengua empezó a lamer desde la base de mi pene, subiendo y jugando con la lengua hasta que se introdujo por completo mi pene en su boca. Le dio una pequeña arcada, me miró y me dijo: - No esperaba que fuera tan grande. ¡Me encanta!-. Y volvió a comérselo por completo. Siguió y continuó jugando mientras se masturbaba también. Yo estaba a punto de correrme y le pedí que parara. Ella me miró con esos ojos azules, sonrió y se lo volvió a meter en la boca hasta que me corrí. Fue una explosión de placer que hacía mucho que no sentía.



Siguió masturbándome con la mano hasta que consiguió que volviera a tener una erección. Ahí fue cuando ella se desabrocho el tanga, lo tiró al suelo y se subió encima de mí. Estaba completamente mojada. Apretó hasta tenerme completamente dentro. Apoyo sus manos en mi pecho y empezó a moverse, ondulando su cuerpo. Sentía como mi pene acaricia todo el interior de su vagina. Era impresionante esa mujer. Se despojó de su camisón, me cogió las manos y las llevó hasta sus pechos. Eran firmes y tenía los pezones grandes, oscuros y duros. Me los metí en la boca y comencé a jugar con ellos. Ella gemía y pedía más y que la mordiera más fuerte.



Me besaba apasionadamente en el cuello. Me mordía las orejas y me decía lo mucho que le gustaba tenerme dentro. Los dos disfrutábamos mucho.



Se quitó de encima, se giró y se volvió a sentar encima de mí pero esta vez de espalda. Apoyó sus manos en mis piernas y empezó a moverse de nuevo. Me pedía que le azotara. - ¡Pégame, pégame fuerte! -. Comencé a darle azotes con la mano abierta y cada vez que la golpeaba más ella gemía y se movía más rápido. Era una mujer insaciable.



En un movimiento rápido paso su piernas hacia adelante y echó la cabeza hacia atrás para que le cogiera la rubia melena. La azotaba con una mano y tiraba de su pelo con la otra. Se movía arriba y abajo, gritando y gimiendo. Se movía y se movía hasta que llegó al orgasmo.



Se dio la vuelta, se sentó mirando hacia mí con las piernas a cada lado de mi cuerpo. Me cogió el pene, lo masturbó de nuevo y empezó a jugar con él y con su clítoris. Lo pasaba arriba y abajo en su vagina hasta que se lo introdujo de nuevo. Empujo fuerte y noté como tocaba el fondo de su vagina. Gritó de placer.



Me miró, se sentó encima, me abrazo y me beso. Un beso, húmedo, lujurioso. Al tiempo que jugaba con su lengua dentro de mi boca se movía para que la penetrara más profundo y me clavaba las uñas en la espalda. Nos seguíamos besando con gemidos ahogado. Notaba ella iba a llegar al orgasmo ya que estaba muy mojada. Empuje lo más fuerte que pude y los dos nos corrimos al unísono. Gritando, gimiendo. Estábamos exhaustos. Yo estaba destrozado.



La mujer se levantó, se fue al baño. Oí agua correr. Al poco salió. Perfectamente arreglada.

Se acercó a la cama de nuevo. Me arañó el pecho suavemente con las uñas. Me beso, se acerco a mi oído y me susurró:


- Te espero el año que viene.



¡Qué largo se me va a hacer el año!



;-)

El hombre de ayer

Me levanté con un poco de resaca después de la fiesta de ayer. Sinceramente hacía mucho que no me lo pasaba tan bien. Fui con unas amigas al pub de moda que está en el centro, gente guapa y muy elegante y, por supuesto, no íbamos a ser menos.

Me puse un vestido rojo con un gran escote y la espalda completamente al aire, un minúsculo tanga y sin sujetador, las horas de gimnasio me ayudan mucho a tener el pecho firme, y unos tacones negros con una tira por el empeine que termina en una pulsera en el tobillo. Me observé en el espejo y me encontré muy sexy. Me recogí el pelo en un moño alto, dejando mi nuca y toda mi espalda al aire.

En el pub, entre cóctel y cóctel, observé a un hombre que más que mirarme me examinaba. Al principio me sentí un poco cohibida pero el efecto del alcohol hizo que me lanzara a flirtear un poco con él. Ninguno de los dos nos movimos de nuestros sitios pero las miradas, los ojos y la mímica decían más que la proximidad.

En un momento aparté la vista de él para buscar mi móvil en el bolso y cuando levanté de nuevo la cabeza, el misterioso hombre había desaparecido. Comencé a buscarle entre toda la gente pero no hubo suerte. De repente, alguien se acerco a mí y me dijo al oído:

- Me encantaría comerte entera aquí y ahora.

Rápidamente me di la vuelta y se había ido. 

Esa simple frase dicha por una voz grave y masculina hizo que me estremeciera e incluso hizo que me excitara hasta el punto de notarme mojada.

Recordando al misterioso hombre me fui a la cocina a hacerme un café para despejarme y que se me pasara la resaca. Cogí mi taza, me fui hacia la terraza y me senté en mi tumbona favorita. Desde allí podía ver toda la calle principal de mi ciudad pero pocos podían verme a mí, solo los vecinos de los pisos altos del edificio de enfrente.

No me podía quitar de la cabeza el susurro de la noche anterior. Su voz, la calidez de su respiración, su olor.

Cerré los ojos para hacer más fuerte el recuerdo. Solo su recuerdo hizo que empezara a excitarme. 

Posé mi mano sobre mi vientre y empecé a acariciarme como si mi mano fuera la suya. Siempre con su voz en mi cabeza. Seguí bajando hasta llegar al elástico de mi tanga. Lo levante con un dedo y toque la suavemente la delgada línea de vello que tengo. Después introduje toda la mano.

Con mi dedo corazón llegue a notar mi clítoris que estaba caliente y muy prominente. Estaba muy excitada. Volví a recordar su frase: - Me encantaría comerte entera aquí y ahora-. Eso hizo que me arqueara en la tumbona y metiera mi dedo en mi vagina. Grité: - ¡Aah!

Continué masturbándome, pensando y deseando al hombre de anoche. Metía mi dedo y lo volvía a sacar. Jugaba con mi vagina. Me acariciaba el clítoris. Metí dos dedos. Tres dedos. Notaba que mi interior ardiendo. Pensaba que lo tenía a él dentro y me penetraba. Con la otra mano empecé a acariciar mi clítoris de nuevo. La mano izquierda la tenia empapada de mis jugos vaginales y la derecha daba vueltas a mi clítoris. Estaba a punto de correrme. Gritaba en alto: - ¡Fóllame, fóllame más fuerte!

Seguí masturbándome. Fuerte, cada vez más fuerte hasta que llegue a un orgasmo inmenso. Fue tan intenso que me quede agotada pero estaba tan caliente y excitada que seguí hasta conseguir un segundo  y un tercer orgasmo en menos de dos minutos. El último fue el que me dejó agotada. Estaba sudorosa, con la respiración entre cortada pero muy relajada.

Al abrir los ojos, cogí mi taza de café, que por supuesto ya estaba frio y le di un buen sorbo. Al incorporarme de la tumbona miré al edificio de enfrente y vi a alguien en una ventana.

Vi a un hombre asomado y con una sonrisa pícara dibujada en su cara.

Era él. El hombre de ayer.

:-)

Por nuestro aniversario

Ayer fue nuestro aniversario y ha sido uno de los mejores.

Terminé de trabajar, me fui a casa y preparé una sorpresa para ella. Compré un ramo de flores, preparé unas copas de nuestro vino preferido y la esperé en la puerta de casa.
Al abrir la puerta, ella me encontró sonriendo y con una copa en cada mano.

- ¿Y esto a que se debe, cariño?-. Me dijo
- Mi amor, es nuestro aniversario-. En nuestra relación soy yo el que se acuerda de estas fechas. Para estas cosas es un desastre pero para otras es la mejor.

Después de brindar, felicitarnos y fundirnos en un abrazo le dije que se pusiera su mejor vestido que nos íbamos a cenar.

Salió de la habitación con un vestido negro que daba forma a sus curvas, tacones interminables, pelo recogido y unos pendientes largos que hacían que su cuello luciera más largo.

Cogimos el ascensor, nos miramos a los ojos y ella sonriendo metió la mano en su bolso y sacó un pequeño manda a distancia. Este mando era de un juguete sexual que hacía unos meses nos compramos. Yo tengo el mando y ella lleva puesto el vibrador. En ese momento noté que empezaba a tener una erección y que la noche iba a ser muy divertida.

Llegamos al restaurante y el camarero nos acompañó a nuestra mesa. Pedimos una botella de vino y empezamos a ojear la carta para pedir nuestra cena. Mientras ella miraba lo que iba a pedir, con disimulo metí la mano en mi bolsillo y activé el mando. Ella dio un pequeño salto en su silla ya que no se lo esperaba y me miró con sonrisa pícara. 

Después de unos minutos el camarero volvió para tomarnos nota. Cuando ella empezó a hablar con el camarero para que tomara nota del pedido volví a darle al mando, y soltó un pequeño grito de placer. Acto seguido, se sonrojo por lo que acababa de pasar.

El camarero se fue y ella me miró. Yo estaba excitado por lo que había ocurrido y muerto de risa. Ella me dijo en voz baja:

- Pero como se te ocurre hacerme eso. ¡Qué tonto eres!-. Y me dio un golpe cariñoso en la mano.

Comenzamos a hablar de nuestro día de trabajo y seguimos recordando cómo nos habíamos conocido, nuestro primer beso, nuestra primera vez teniendo sexo, y ahí fue donde la conversación empezó a ponerse muy caliente.

Estuvimos recordando aquella vez que tuvimos sexo en una fiesta. Con todo el mundo alrededor y nadie sabía realmente lo que estábamos haciendo. En ese momento de la charla noté como un pie empezaba subir por mi pierna hasta que llegó a mi entrepierna. Allí empezó a masajearme suavemente y esto me estaba poniendo muy caliente. Entonces cogí de nuevo rápidamente el mando y activé el juguete en su programa más rápido. Ahora usaba los dos pies para masajearme cada vez más rápido. Ella estaba muy caliente, por como suspiraba, ponía los ojos en blanco y agarraba el mantel de la mesa con fuerza. Estaba a punto de llegar al orgasmo.

De repente, quitó los pies y paró. Me miró y desapareció rápidamente debajo de la mesa. No sabía dónde meterme. Solo notaba sus movimientos. No la veía y eso me excitaba muchísimo más. Desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de mi pantalón y lo siguiente que note fue su lengua caliente y húmeda saboreando mi glande.

No me podía creer lo que estaba ocurriendo. Continuaba, seguía metiéndose cada vez más profundo mi polla en su boca. La saboreaba, lentamente, jugando con su lengua. Seguía, cada vez más rápido y más rápido. Yo mientras intentaba no gritar de placer. Seguía, seguía y seguía hasta que al final no puede más y me corrí en su boca. Tuve que morder la servilleta para no gritar de placer.

Salió de debajo de la mesa como si nada. Yo estaba extasiado. No podía más. Fue muy intenso.

Tomé un trago largo a la copa de vino. Me levanté, me acerqué a ella, la besé en el cuello; sabía que eso la excitaba mucho;  y le dije al oído: - Te espero, ya, en el cuarto de baño-. Se sorprendió mucho porque no se esperaba que fuera capaz de hacerlo otra vez en tan poco tiempo.

Bajé las escaletas hacia los baños y me escondí detrás de una puerta. Escuchaba sus tacones bajar por las escaleras. Cuando entró en el cuarto de baño de hombres, me comenzó a llamar: - Cariño, ¿donde estas?-. En ese momento la agarré por detrás, y la llevé a dentro de una de las cabinas. Pasé un brazo por debajo del suyo y le agarre la cabeza por debajo de la barbilla. Con la otra mano le empecé a subir el vestido, buscaba quitarle el tanga que pensaba que llevaba puesto pero para mi sorpresa no llevaba nada. Empecé a frotarme contra ella para que notara que seguía muy cachondo y excitado. Ella gimió al notarme. Me dijo: - Espera que me quito el juguete -. Le dije que no, que se lo dejara puesto.

Activé el juguete y mientras este vibraba pasé la mano hacia adelante y empecé a jugar con su clítoris. Le puse la otra mano sobre la espalda y la empuje suavemente para que se inclinara poco a poco hacia adelante. Agarre mi polla y comencé a pasarla poco a poco por su culo. Le acercaba el glande y empujaba muy suavemente para que se fuera dilatando. Cada vez se iba dilatando más y más hasta que al final conseguí introducirme por completo. Al llegar al final, ella gritó y no de dolor si no de placer. Empezó a moverse. 

- ¿Te gusta, cariño?
- ¡Oh oh, sí, sí, me encanta, no pares, mi amor! -. Me decía

Con el juguete a máxima potencia sentía como ella estaba muy húmeda y seguía moviéndose. Ella seguía gritando hasta que llegó al orgasmo con un grito de placer que jamás le había oído. Justo después llegue yo. Exhaustos, sudorosos y cansados, ella se levantó, me besó y me dijo: - Feliz aniversario, mi amor.

No sé si el año que viene será igual pero este aniversario lo recordaremos para siempre.

;-)

Atada


- ¡Qué barbaridad, las 3 de la mañana y yo aun despierto y mañana tengo una reunión muy importante!

Desde que a Alejandro le ascendieron hacia más de 2 meses que no dormía bien. El ascenso conllevaba un importante aumento de sueldo pero también una gran responsabilidad por lo que se encontraba estresado y un poco desbordado.

Estaba en la cama viendo los canales internacionales de noticias mientras su mujer, una preciosa alemana rubia y esbelta, dormía plácidamente a su lado. Alejandro comenzó a cambiar de canal ya que las noticias le estaban aburriendo. Su mujer dio un pequeño suspiro en su reconfortante sueño, él la miró y le dio un beso cálido en los labios seguido de un te quiero.

En su afán de intentar ver algo que le entretuviera en su noche de insomnio, llegó a un canal rumano en el que aparecía la chica del tiempo. No es que la información meteorológica fuera muy interesante si no que la chica que estaba en pantalla presentaba el programa en tanga y sujetador. Alejandro soltó una carcajada y se quedo mirando el programa. Según iba hablando la presentadora se iba desabrochando el sujetador y Alejandro comenzó a notar que tenía una erección. Se estaba excitando con la chica del tiempo. Continuó observando a la presentadora. Cuando esta cambió de mapa para hablar sobre Asia se agachó y deslizo el tanga por sus largas piernas hasta dejarla caer al suelo. - ¡Ostia!-. Dijo casi gritando sin querer Alejandro. Esto le excito aun más. Miró a su mujer por si la había despertado pero ella seguía disfrutando de su viaje por las sabanas. Ese vistazo a su mujer y el comprobar que ella no se despertaba le dio una idea.

Con mucho cuidado se giro y abrió uno de los cajones de su mesilla. En él había una gran variedad de juguetes sexuales. Algo que a los dos les gustaba bastante. Movió con cuidado un bote de lubricante y un consolador y debajo encontró dos pares de esposas. Las cogió y las puso encima de la mesilla. Alejandro se levantó con cuidado y fue a buscar en el cajón de su ropa dos fulares. Ya con ese arsenal estaba preparado para su plan.

Se volvió a la cama, se acercó a su mujer y comenzó a acariciarla desde el hombro izquierdo hasta la mano. Le cogió la muñeca, le puso un extremo de las esposas y con sumo cuidado levanto el brazo hasta el cabecero de forja para enganchar allí el otro extremo de las esposas. Sigilosamente hizo lo mismo con el brazo derecho de su mujer.

Continuando con la idea que le rondaba por la cabeza, empezó a deslizar sus manos por el cuerpo de su esposa hasta llegar al tanga que tenia puesto. Por fortuna para él, era de esos tangas que tienen enganches por los lados, por lo que no tuvo que hacer mucho esfuerzo para dejar al descubierto el pubis rasurado de su bávara. Empezó a bajar  por las piernas con los fulares en las manos hasta llegar a los finos tobillos. Cogió primero el tobillo derecho e hizo con uno de los fulares un nudo. Deslizo más hacia la derecha la pierna y ató el otro extremo a la parte de los pies de la cama, también de forja. Con el pie izquierdo hizo la misma operación. Se incorporó un poco, observó a su mujer y la vio completamente desnuda, dormida y con los brazos y las piernas atadas.

Con esa imagen se agacho con cuidado y empezó a acariciarla muy suavemente las piernas. Acariciaba una y besaba la otra. Cambiaba de pierna y hacia lo mismo. Ya estaba por encima de las rodillas y seguía besándola mientras sus manos tomaban la delantera y llegaban a la cadera de ella. Las manos eran como si tuvieran vida propia y mientras él se entretenía en sus muslos, las manos comenzaban a tocar el pubis, se movían hacia las ingles y rozaban los labios suaves y rosados de la vagina de su esposa. Alejandro estaba ya muy cerca del sexo de su mujer y pasaba la lengua por el interior de los muslos hasta tocar con la punta de la nariz los labios exteriores. Alzó un poco la cabeza para ver si ella se había despertado. Aun seguía durmiendo pero Alejandro apreció que ella se estaba mordiendo el labio inferior como si lo que su marido le estaba haciendo le estuviera dando mucho placer. Él se quedo pensando y se tuvo que tapar la boca para no dejar escapar una carcajada. - ¡Está teniendo un sueño húmedo! -. Pensó.

Volvió a bajar la cabeza y allí tenía de nuevo el sexo de mujer, se acercó y lo besó apasionadamente, como si fuera un beso real. Pasaba la lengua por la vagina de ella, succionaba los labios, los lamia. Ayudado por las manos, abrió un poco la vagina y dejó al descubierto el clítoris. Se acercó poco a poco y pasó suave, muy suavemente la punta de la lengua por él. Su mujer gimió. - Mmmm.- Siguió pasando la lengua, jugando, haciendo círculos y saboreándolo. Notó que su mujer estaba húmeda. Al ver que su esposa se estaba excitando por ese "sueño" que estaba teniendo, Alejandro continuó.

Empezó a subir por su cuerpo besando su estomago y sus manos, de nuevo, tomaron la delantera. Esta vez agarraban con fuerza por debajo los pechos de la alemana. Él siguió subiendo y sus manos coqueteaban con los pezones hasta que estos se pusieron duros y erectos. Cuando Alejandro llegó a la altura de la cara de su mujer, con mucho cuidado la beso y al mismo tiempo y con mucho más cuidado comenzó a penetrarla. Poco a poco, de manera muy suave. No quería que se despertara y tampoco quería hacerla daño. Ella seguía mordiéndose el labio y gimiendo de placer.

Al no querer despertar a su mujer, Alejandro la penetraba despacio, salía y entraba muy despacio, era algo nuevo. Notaba con más claridad lo mojada que estaba ella y eso le hacía excitarse. La penetraba hasta lo más profundo y notaba como su pene llegaba hasta el fondo de su vagina. Cada vez que llegaba al fondo, ella soltaba un gemido. - Mmmm, mmm.- Alejandro no podía más, estaba a punto de explotar dentro de ella. Paró un momento pues quería seguir disfrutando de lo que estaba haciendo. Siguió con la lentitud y el cuidado con lo que la estaba penetrando. Entró dos veces más hasta el fondo y observó que su mujer había tenido un orgasmo. Ella estaba muy húmeda y muy caliente por dentro. Él aguantó solo una vez más y se corrió. Tuvo que morder la almohada para no gritar por el  tremendo orgasmo que acababa de tener. El haber tenido sexo con su mujer despacio, con sigilo y sin que ella se diese cuenta le había hecho tener uno de los mejores orgasmos de su vida.

Exhausto se echó a un lado, desató a su mujer y se quedó dormido.

A la mañana siguiente, se levantaron los dos, se besaron y se pusieron a desayunar.

Ella le dijo:

- Sabes cariño, ayer tuvo un sueño, uuff, como te los explicaría... muy caliente
- ¡Ah sí! ¡Cuenta, cuenta!

;-)



En el probador (Relato ganador en concurso internacional de relatos eróticos www.dolcelove.es )

Desde hacía más de medio siglo no se registraba en Europa central una ola de frío tan intensa y en Cracovia estaba siendo especialmente dura con unas temperaturas de unos 30 grados bajo cero aunque esto a Lilka no le impedía andar por su loft, con una potente calefacción y chimenea, en calcetines, braguitas negras y una camiseta blanca de manga corta que le llegaba justo por debajo del ombligo.

Después de estar varias horas delante del ordenador decidió tomarse un descanso. Se fue directa a la cocina y se preparó un chocolate caliente. Camino de vuelta al escritorio se paró en la ventana llena de condensación producida por el frío exterior y el calor de la casa. Limpió con la mano la ventana para poder echar un vistazo al exterior. Pasó su mano por el muslo izquierdo para secársela y sintió un escalofrío que la estremeció e hizo que se apreciaran claramente sus pezones por debajo de la camiseta. Observó sus pechos y soltó una sonrisilla. Al volver a mirar por la ventana lo único que podía ver era un manto blanco de más de un metro de espesor. La calle estaba completamente desierta.

Tomó un trago del chocolate caliente mientras miraba los correos que le habían llegado y descubrió uno que le llamó poderosamente la atención. Era un correo de un chico con el que había tenido una tórrida aventura hacía casi 10 años.
"Hola Lilka, ¿Qué tal te va la vida?
La verdad, no sé si estoy perdiendo el tiempo porque puede que ni te acuerdes de mí. Soy Jedrek."
- ¿Cómo ve voy a olvidar de ti? pensaba Lilka.
“Estaba haciendo limpieza de mis emails, encontré el tuyo, que creía que lo había perdido, y me dije, voy a enviarle un correo a ver si hay suerte y me responde. Sinceramente creo que es lo único que he perdido de ti, tu email, porque siempre has estado en mi mente. Haciendo cuentas ahora mismo creo que hace casi 10 años que estuvimos juntos. ¡Qué barbaridad! cómo pasa el tiempo. Yo ahora mismo tengo 32 y tú si mal no recuerdo debes de tener 30 ó 31, ¿verdad?
¿Qué te puedo contar de mi vida? Pues para no aburrirte, te hago un resumen. Trabajo como contable, vivo en Varsovia y estoy soltero. Básicamente esa es mi vida.
Te puedo decir que desde que estuve contigo no he encontrado otra mujer como tú, comparo al resto contigo y es cuando la relación acaba por hundirse. He tenido varias parejas magníficas pero no eran tú. Si te tengo que ser sincero, el sexo contigo era espectacular."
- La verdad es algo que no puedo negar.- Afirmó en alto Lilka.
"Me acuerdo especialmente de la vez que tuvimos sexo en el probador..."
En ese momento Lilka comenzó a recordar la ocasión que Jedrek mencionaba en su email. El simple hecho de recordarlo hacía que empezara a excitarse. Recordaba, pasándose la taza de chocolate caliente por sus muslos, como Jedrek los acariciaba con sus manos cuando se estaba probando unos pantalones vaqueros. En el probador ella le dijo en voz baja:

- Jedrek, estate quieto que la dependienta nos va a ver.- Le dijo con una sonrisa.

Cuando Lilka intentaba subirse los pantalones, él tiraba de ellos hacia abajo hasta dejarlos por los tobillos. Ella le miraba como pensando "eres un poco travieso" y le besó cogiéndole por detrás de la cabeza y trayéndolo a hacia ella. Eso a Jedrek, le excitaba.

Rememorando esa escena, Lilka siguió aprovechando el calor de la taza pasándosela por el estomago y con la otra mano se acariciaba su formado cuerpo hasta llegar al pecho.

Él se acercó con cuidado al oído de ella y le dijo:
- Quiero que hagas un striptease ahora mismo.- Ella lo miró y asintió con una mirada lasciva.

Aprovechando el hilo musical de la tienda, Lilka empezaba a contonearse sensualmente mientras terminaba de quitarse los pantalones y quedarse solo con la camiseta de tirantes rosa que llevaba, el tanga rojo con transparencia y los zapatos de tacón negro.

Lilka se encontraba a si misma muy sexy en ese recuerdo y eso le hacía excitarse más. Continuó tocándose el pecho y pellizcándose los pezones como Jedrek lo hacía. Se tocaba, se acariciaba y se excitaba más y más. Se pasaba la taza por la cara pensando en Jedrek. Posó la taza en el escritorio y se quito la camiseta para tener más acceso a su cuerpo. Volvió a coger la taza, mojó el dedo índice en el chocolate y se lo llevó a la boca. Recordaba el sexo oral que había tenido con Jedrek mientras chupaba su dedo con ansia y pasaba la lengua por la punta de su índice hasta limpiarlo por completo de chocolate.

Con el torso ya desnudo se pasaba la mano por los pechos, por el cuello y se tocaba la boca. Volvió a bajar una mano por su cuerpo mientras con la otra seguía sujetando la taza, la inclinó sobre sus pechos y dejó caer unas gotas sobre ello. El calor del chocolate le dio tanto placer que soltó un gemido de placer. Mientras bajaba la mano por su cuerpo hasta llegar a las braguitas con la otra levantó un pecho y lamió el chocolate de sus pezones. Se sentía muy mojada.

Metió la mano en las braguitas y comenzó a tocarse. Siguió recordando como Jedrek la tocaba en el probador mientras ella hacia el striptease. Comenzó por acariciarse los labios con dos dedos. Dejó la taza en la mesa y se agarro fuerte un pecho y se esparció el chocolate por él. Seguía jugando con sus labios cada vez más hinchados y calientes por la excitación. Deslizó un dedo hacia dentro de su vagina y comprobó que estaba más mojada de lo que creía. Empezó a jugar con su clítoris. Continuaba embadurnándose con el chocolate del pecho.

Muy excitada se bajo las braguitas hasta las rodillas. Se imaginaba a Jedrek en el probador de rodillas lamiéndole los labios y el clítoris. Se movía en la silla. Se tocaba. Se encorvaba del placer que se estaba dando recordando a Jedrek. Estaba caliente, excitada, mojada. Se mordía el labio inferior. Continuaba jugando, tocándose y cada vez más rápido. Gemía, jadeaba y nombraba Jedrek en alto. Notaba que estaba sudando, el calor del chocolate y de la fuerte calefacción hacía que su piel brillara. Tenía los pechos completamente llenos de chocolate, se pasaba los dedos y se lamía los pezones mientras seguía tocándose. Introdujo el dedo corazón dentro de ella y con el pulgar se seguía dándose placer en el clítoris. Lo metía y lo sacaba, lo metía y lo sacaba. Era Jedrek penetrándola en el probador. Ella contra la pared con las piernas alrededor de su cintura y él empujando y penetrándola.

Gritaba, gemía, se tocaba. Cada vez más rápido y más rápido se penetraba ella con su dedo. Se decía ella misma: - Oh, sí, sigue Jedrek, sigue.

Llegó al orgasmo. Uno de los mejores orgasmos que había tenido. Estaba exhausta, sudorosa y mojada. Se levantó de la silla con las piernas temblorosas y se fue hacia la cocina. Se lavó las manos, se refrescó la cara y la nuca y se apoyo con las manos en la encimera intentando recobrar el aliento. Giro la cabeza hacia la derecha y vio su móvil.

- ¿Jedrek?
- Sí, ¿quién es?
- Hola, soy Lilka.

;-)